Ahora que Netflix prepara el lanzamiento de Cien años de soledad, una mirada que lo compara con el Mahabharat, la principal obra de la India, es una oportunidad inmejorable para profundizar en el texto de Gabriel García Márquez, desde una perspectiva exótica y original

Arundhati Bhattacharya*

(SÁBADO 12 DE DICIEMBRE, 2020-EL JORNAL). Es un dicho de Bengala: “Lo que no hay en Bharata, no hay en Bharata.” La primera Bharata se refiere al Mahabharata, una de las dos épicas sanscritas de la India y la segunda a nuestro país, Bharata, como llamamos a la India. Es decir que todo lo que hay en este país, está en ese libro, o, al revés, lo que no se encuentra en nuestro país, no se puede hallar en él. Este dicho, en realidad, proclama toda la enormidad posible de un territorio, de una civilización entera, desde la política, la diplomacia, la sociedad y la sexualidad hasta la relación humana, el amor y la psicología compleja del ser humano.

Sorprendentemente este dicho todavía no ha perdido su vigencia en nuestra sociedad y existe aun la estructura básica más o menos igual que en la época de aparición de esta épica que data aproximadamente de 2,500 años.

 Aunque suene un poco raro, la realidad es que nuestro destino no ha podido superar esa antigüedad, salvo por una máscara superficial de modernidad impuesta por la colonización y por el transcurso del tiempo mientras que la mentalidad feudal y patriarcal ha estado disfrutando de ella hasta en el rincón más lejano de nuestra cultura, por lo que se puede validar cualquier acto u ocurrencia de hoy día con un análisis experto y profundo de la antigua épica.

Estación del ferrocarril en Aracatacata-Macondo.

Así es su capacidad devoradora de la totalidad de una civilización humana, exactamente igual a un comentario aparecido en una de las primeras páginas de la traducción inglesa de Cien años de soledad publicada en India por la editorial Penguin en 1996: <<“If South America and the Caribbean didn’t exist it would be posible to create it from this novel” – Freed d’Aguirar in the Guardian. >> Al leer yo por primera vez hace años la traducción inglesa de Cien años de soledad, mi reacción inicial fue que no había en India ningún otro con el que se pudiera comparar excepto el Mahabarata. No he cambiado mi opinión y ahora, cuando leo la novela una y otra vez y en su lengua original, mi convicción es cada vez más firme.

Es la base del concepto de totalidad de una creación con la que pueden convivir juntas y en un mismo plano, una épica antigua y oriental y otra occidental y moderna. Por eso, Carlos Fuentes al leer Cien años de soledad exclamó: “He leído el Quijote americano”, pues, le fascinó la grandeza de la visión y la descripción vívida de la novela. Igual impacto suscitó en Mario Vargas Llosa como resultado de su profundo estudio sobre dicha novela. En el prólogo a la edición conmemorativa de la Real Academia Española dice: “….. es una novela total, ….. Esta totalidad se manifiesta ante todo en la naturaleza plural de la novela, que es, simultáneamente, cosas que se creían antinómicas: tradicional y moderna, localista y universal, imaginaria y realista”.

La totalidad junto con otros rasgos estructurales de la novela – como por ejemplo – contar de principio a fin la historia de una civilización, incluir la mitología y las leyendas populares, acudir a protagonistas heroicos y sus hazañas, expresar una visión filosófica, fomentar la abstención del creador de su creación, conceder lugar a los milagros, recurrir a la solemnidad del lenguaje, son algunas de las características de la épica según la antigua retorica sánscrita de literatura, que me indujeron a pensar en el Mahabharata y me han sugerido un tema interesante de comparación con Cien años de soledad.

 En el presente texto intento explorar la semejanza entre tres mujeres protagonistas de estas dos grandes obras de la literatura mundial, Úrsula, de la saga garciamarqueana y Satyabati y Kunti del Mahabharata. El resultado podría sentar una clave obvia para la búsqueda de similitudes entre ellas, y hace necesario recordar brevemente la historia de nuestra épica para facilitar la lectura comparativa. (VER LA GRAN ÉPICA DEL MAHABHARATA).

MUJERES AL MANDO

Drama y leyenda en el Mahabharata.

Si se vuelve al inicio, el lector encuentra al rey Santanu cuando se ve obligado a aceptar la condición impuesta por Ganga para casarla. Más tarde aparece Draupadi, la heroína del Mahabharata, con sus cinco esposos. Esta imagen de la mujer libre y poderosa no corresponde al patriarcado del oriente antiguo, aunque, en realidad, las mujeres de la primera parte de la época vedica2 gozaban de más libertad, incluso que hoy en pleno siglo XXI.

El Mahabharata mismo dice en una parte (llamada “Adiparva”) que en la época más antigua las mujeres eran aun más libres, ya que además de sus esposos podían mantener relaciones sexuales con otros hombres. Se ve claramente una involución en la posición de la mujer desde ser libre en aquella sociedad, hasta convertirse en esclava como acontece durante la ocupación del territorio conocido hoy como la India, por obra de un clan llamado Arya.

Esta tribu, según las necesidades del cambio socio-económico, poco a poco, fue domesticando a las mujeres a través precisamente del control de la actividad sexual y de la educación que terminó obligándolas a ser sumisas ante su amo, el varón.

El Mahabharata es un fiel testimonio de dicho retroceso. Hay que precisar aquí que las diferentes versiones y las muchas interpolaciones de diferentes épocas (principalmente en tres períodos) cubrieron con un envoltorio mítico, moral y religioso muchos acontecimientos narrados para obtener la aprobación divina. Si se destilara hasta llegar a la historia original aparecerían algunas mujeres tan poderosas y vanguardistas que podrían ser relevantes también en la actualidad. Satyabati y Kunti, del Mahabharata, son dos de ellas, y mantuvieron una existencia libre hasta el fin de su vida, pese a estar bajo un sistema patriarcal que tiene mucho parecido con el caso de una gran mujer occidental: Úrsula de Cien años de soledad.

Es evidente que el Mahabharata es la historia, principalmente, de los poderosos – los reyes y  los Brahmines – la casta más alta – mientras en Macondo representa la identidad latinoamericana contra el poder colonial. La gloria de los avances y ocupaciones de los reyes y la crueldad hacia los Sudras – la casta más baja – ocupan las páginas del Mahabharata, mientras Cien años de soledad habla desde la perspectiva de los “otros”, los oprimidos y devastados por los grandes poderes del mundo.

Entonces, ¿Cómo comparar las reinas Satyabati y Kunti con Úrsula, la dirigente y trabajadora ama de casa? Cuando una reina y una trabajadora poseen una misma columna vertebral que las capacite para gobernar la nave de la historia superando obstáculos patriarcales, cualquiera que sea el tiempo o el espacio, llegarán a un nivel paralelo desde donde emiten su propia voz, su propio mando y su propia existencia.

Cuando Satyabati impone las condiciones a Santanu, escuchamos su propia voz; cuando ella llama a Vyasa, su hijo ilegitimo, para generar los descendientes del reino, el lector se percata de su mando; cuando, al comprender la posibilidad de perder la autoridad después de la muerte de su nieto, el rey Pandu, sale al bosque dejando el palacio, vemos a un espíritu libre y matriarcal.

Úrsula, igualmente, es la cabeza de la familia Buendía que representa Macondo, es ella quien decide la permanencia en el pueblo cuando convence a otras mujeres para que no sigan a sus maridos en una nueva mudanza, al salir a la búsqueda de su hijo José Arcadio es ella quien trae el primer contacto con el mundo de fuera, el exterior de la ciénaga dirige la transformación del pueblo y cuando lleva un revólver a su hijo, el Coronel en la cárcel antes de su fusilamiento, se convierte en la figura femenina que rige la Madre Tierra con cariño y valentía.

Kunti, de la misma manera, inspira a sus hijos para luchar contra la injusticia estando en la distancia: cuando los Pandavas vivían en el exilio y los Kauravas planeaban la guerra, a través de Krishna ella se comunica con su hijo mayor Yudhisthira y para provocarle como guerrero le recuerda una historia popular en la que una madre llamada Bidula había inspirado a su vencido hijo, el rey Sanjaya, diciéndole que para un Kshatriya (el guerrero), había solo dos opciones en la vida – o morir en la batalla o derrotar al enemigo. Además, Bidula le dijo que si nadie alabara a un Kshatriya por sus hazañas, se le consideraría un impotente por lo que debería explotarse al máximo y luchar contra el enemigo en lugar de fumigar como el fuego extinguido.

ÚRSULA, PILAR TERNERA Y REMEDIOS

Monumento a Remedios la bella en Aracataca.

La sociedad de Cien años de soledad es patriarcal, vemos a las mujeres, en general, en casa, ocupándose de las tareas domesticas, excepto a tres, Úrsula, Pilar Ternera y Remedios, la bella. En el Mahabharata también encontramos solo a unas pocas mujeres sobresalientes que tienen su propia identidad además de ser la hija, la esposa y la madre.

Ellas designan su propio destino así como el de los otros. De hecho, Satyabati y Kunti cambian totalmente el linaje de la Dinastía Kuru. La estirpe de Santanu ya había llegado a su fin con la promesa de Visma de mantener la virginidad toda la vida.

Son los nietos de Satyabati, los hijos de su hijo ilegitimo Vyasa, quienes ocuparon la corona sin ser de sangre azul. Aquí esta antigua épica nos ofrece un sorprendente signo de modernidad. Satyabati fue la hija de un caudillo de los pescadores pertenecientes a la casta más baja; ella es hermosísima, pero el color negro de su piel denota a la inferioridad de su origen; su cuerpo desprendía el detestable olor a pescado, que cambió luego por un olor perfumado al entrar en contacto con el santo Parashar; era trabajadora, conducía una barca en el río cuando no estaba su padre algo que nunca hacían las mujeres de casta alta.

Las sucesivas adiciones intentaron ocultar su origen humilde con una historia sobrenatural. Pero según los historiadores, el tiempo al que se refiere esta historia no corresponde al tiempo de ella misma ni al de Santanu, por lo que no hay otra opción que admitir la identidad mestiza de Vyasa por ser hijo de un Brahmin y una Sudra.

La dinastía Kuru se traspasó directamente a los descendientes de este mestizo, este acto que tuvo su semilla primero en la condición impuesta por Satyabati a Santanu y más tarde en ejercer ella su voluntad obligando a Vyasa a ser progenitor de los herederos al trono. Así surge una figura poderosa, ambiciosa e inteligente que decide el destino de la dinastía Kuru. Visma también elogió la resolución de ella y comentó una vez que cuando su dinastía iba a terminar eran él, Satyabati y Vyasa quienes la restablecían.

ELLAS SE REBELAN

El rol de las mujeres se destaca en el Mahabharata.

Cada actividad de Úrsula demostró la misma intención de establecer y restablecer su familia como la representante matriarcal, desde controlar la economía de la casa hasta mandar en el pueblo, y en cuanto fuera necesario ella aumentó su voz contra el poder: “¡Atrévete, bastardo!” o “Pero una cosa te advierto: tan pronto como vea el cadáver, te lo juro por los huesos de mi padre y mi madre, por la memoria de José Arcadio Buendía, te lo juro ante Dios. Que te he de sacar de donde te metas y te mataré con mis propias manos.”

Kunti se enfrentó con una situación aún más complicada porque pasó su vida tanto en el ambiente feudal y conservador de la corte como entre la envidia, la diplomacia y la guerra en la que desempeño un gran papel.

Desde su niñez hasta antes de tener sus hijos estuvo bajo la dominación patriarcal. Cuando era niña su padre la cedió a su amigo con gusto solo por la razón de que ese amigo no tenía niños. Cuando era adolescente y muy hermosa su padre adoptivo la obligó cuidar al santo Durbasa que tenía mala fama por su mal comportamiento y por infligir castigos. Ella se hizo responsable de complacerle para impedir que castigara a su padre adoptivo y su reinado, lo cumplió perfectamente, así obtuvo la bendición de tener los hombres que a ella le gustasen, sin embargo, una vez mencionó que este santo la maltrataba sin dar más detalles.

Después quiso probar tan solo por curiosidad el resultado de la bendición recién ganada y llamó al Dios Sol que apareció inmediatamente, al verlo se asustó, le pidió una y otra vez que se fuera porque todo había sido sólo por motivo de su infantilidad. Pero el Sol no quería perder la oportunidad de satisfacerse con el hermoso cuerpo de una adolescente y el poder de un gran Dios como él terminó por convencerla y meterla en la cama. Ella perdió su consciencia por ir en contra de su gusto quedando embarazada de su hijo Karna, a quien dejó justo después del nacimiento y más tarde este se unió al bando del Karuvas y murió en la batalla.

Después de su matrimonio consiguió un esposo impotente y una co-esposa (Madri, la otra esposa del marido), continuó obedeciendo a toda la familia hasta que Pandu le pidió que le diese a Madri el Mantra (la clave de la bendición) otra vez. Ella se lo negó porque no quería que su co-esposa tuviese más hijos que ella y desde entonces emergió otra Kunti que superando los obstáculos patriarcales empezó a andar por su autentico camino con su propia voluntad. Según la tradición por ser la primera esposa ella debiera morir en la pira funeraria de su marido, al contrario, cuando Madri sintiéndose culpable de esa muerte se suicidó, no le prohibió de esa acción divina, se encargó de criar a los dos hijos de Madri con los suyos sin hacer distinción entre ellos sino que les mimaba más que a los suyos por ser menores y huérfanos. En este mundo de maternidad Kunti y Úrsula van juntas, querían traer toda la felicidad del mundo para sus niños, Kunti, la corona, según la ambición real y Úrsula, el hogar feliz, como cualquiera que está en la tierra.  

Desde su llegada a la capital con cinco jóvenes Pandavas y también con los cadáveres del rey Pandu y Madri. Kunti se involucró totalmente en el “Juego de tronos”, la vemos hablar con Bidur en persona sobre la mala intención de Duryadhana, esperar con paciencia cuando sus hijos fueran capaces de enfrentarse con los Kauravas, ayudar a sus hijos para escapar de un incendio ordenado por Duryadhana para matarles, arreglar la boda de cinco hijos con una única mujer para que no separen y no pierdan la fuerza de unidad, pero tan discretamente que la sociedad no pudo rechazarlo. Poco antes de la gran batalla revela el secreto de su nacimiento a Karna para que cambie de bando y le promete la corona después de la victoria. Esta diplomática Kunti difiere de la figura arquetípica matriarcal de Úrsula que es más natural y más directa, pero el nexo común que las identifica es su carácter firme y determinado con que gobiernan sus respectivos mundos.

Satyabati y Kunti asumieron el abandono de su autoridad en un momento dado y fueron al Banaprastha, según la tradición de aquella época en oriente, Úrsula, en cambio, “se resistía a envejecer aun cuando ya había perdido la cuenta de su edad” y la vista de sus ojos, intentaba arreglar el bienestar, buscar la paz y sobre todo, impugnar la destrucción final hasta sus últimos días. Pero cuando perdió la luz de sus ojos físicos se iluminó con otra luz con la que “por primera vez vio con claridad las verdades que sus ocupaciones de otro tiempo le habían impedido ver”. Me es imposible resistir aquí de pronunciar las primeras dos líneas de una canción de Rabindranath Tagore: “When there was light my eyes gazed outside/ Now it is time to look into my soul amid this darkness” (Numero: 253, capitulo: Puja, Gitobitan).

Tagore habla del viaje del alma, desde fuera hacia adentro, de lo cotidiano hacia lo espiritual, del “yo pequeño” rodeado por las trivialidades de la vida hacia el “yo grande” unido con el universo, de la atadura a la libertad, de la ignorancia a la sabiduría. Es la filosofía oriental: “Asato ma sad gamaya, tamaso ma jyotir gamaya, mrityor ma amritam gamaya” (Vamos de la falsedad a la verdad, de la oscuridad a la iluminación, de la mortalidad a la eternidad: Brihadaranyaka Upanishad3) ¿Por qué Satyabati se fue con su hijo, el gran sabio Vyasa? Para obtener esa sabiduría. Kunti se fue con sus cuñados, Dhritarashtra, Gandhari y Bidur, después de pasar un buen tiempo en el bosque un día percibieron que había un incendio en otro bosque cercano, no esperaron hasta que el incendio avanzase hacia ellos y les matase.

Por el contrario, decidieron acercarse hacia el incendio y murieron tranquilos. ¿Qué les dio el coraje de enfrentarse con la muerte así, tan tranquilos? Es la experiencia de la eternidad, la libertad del alma, el nivel más alto del estado del alma, lo que consiguió Úrsula también a través de su experiencia acumulada durante una vida que vivió desde el comienzo de la civilización hasta la cercanía de su destrucción.

Desde que Fernanda empezó a imponer sus leyes en la familia Buendía, terminó la autoridad de Úrsula y empezó su Banaprastha para lo cual no tuvo que dejar la casa sino que siguió existiendo en Macondo para revelarnos los aspectos ocultos y profundos de esta gran obra con su sabiduría por lo que su creador también se dio cuenta de que “si se moría, el libro se derrumbaba” (El olor de la guayaba).

Así a pesar de las diferencias superficiales estas tres mujeres de dos mundos distintos se unen en un ritmo recóndito del amplio fondo de las dos narraciones y este colosal fondo épico les otorga a ellas una dimensión excepcional que fuesen capaces de tocar a un nivel superior al de otras mujeres protagonistas sobresalientes de la literatura mundial, si no, no tendríamos que marchar atrás, casi 2,500 años antes, en el discurso de Cien años de soledad.

* Arundhati Bhattacharya: Escritora, traductora y exprofesora de la India. Graduada en Literatura bengalí del Presidency College en Calcuta, obtuvo Maestría en Literatura bengalí de la Universidad de Calcuta y Maestría en Español de la Universidad de inglés y lenguas extranjeras en Hyderabad, India. Trabajaba como profesora de español en la Universidad de Bangalore y la Universidad de Doon, Dehradun. Es traductora especializada en las obras de Gabriel García Márquez. Ha publicado varios libros de traducción, ensayos literarios y sus cuentos en la lengua bengalí. Vive en Calcuta.

 

NOTAS

  1. Chaturashrama: es un sistema de la India antigua entre los Aryas. Ellos dividían la vida en cuatro fases, primero el Brahmacharya – recibir la educación y el entrenamiento, segundo el Garhasthya – casarse y mantener la familia, tercero el Banaprastha – vivir en el bosque y practicar los ritos religioso y cuarto el Sannyasa – ser espiritual renunciando a todo lo material.
  2. La época védica: se refiere al periodo cuando los textos de Vedas y Vedantas fueron escritos en sanscrito, aproximadamente desde 1500 antes de Cristo a 500 antes de Cristo; según otra opinión este periodo duró casi 17/18 siglos, aproximadamente desde el siglo XII antes de Cristo hasta el siglo V después de Cristo.
  3. Brihadaranyaka Upanishad: Es uno de los Upanishadas antiguos y más importantes, escrito en sanscrito aproximadamente en el siglo VII a.C. Los Upanishadas son textos religiosos del Hinduismo y tratan de la filosofía y la espiritualidad de la vida. Este Upanishada también trata del alma, la ética y la sabiduría. La autoría de este libro no está bien documentada, se supone que el santo antiguo llamado Yajnavalkya sea uno de los escritores.

 

Bibliografía:

  1. Gabriel García Márquez (2001), Cien años de soledad, Cátedra, Madrid (Decimoprimera edición)
  2. Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza, El olor de la guayaba
  3. Rajsekhar Basu, Mahabharata, (1987), M. C. Sarkar & Sons Private Limited, Calcutta
  4. Rabindranath Tagore (1990), Gitobitan, Biswabharati Gronthonbhibag, Calcutta

 

Publicado por primera vez en el libro  titulado “Cien Años de Soledad 50 Años Después” editado por Juan Moreno Blanco y publicado desde la Universidad del Valle en Colombia.

Artículo anteriorLa mítica casa de la familia Knöhr en la capital de Costa Rica
Artículo siguienteLa gran épica de la India

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí