(PUNTO FINAL 23-DE DICIEMBRE-EL JORNAL). El término crack fue importado del inglés y empezó a estar muy de moda en el fútbol a comienzos del año 2000 y desde entonces se ha impuesto a designaciones como estrella, galáctico y superestrella.
Así que Messi, Ronaldo, Neymar, Suárez, Di Stéfano, Pelé, Maradona, Bekenbauer, Cruyff, y Garrincha, etc., etc., entran en esa selecta categoría, pero hoy quiero hablarles de un “crack”, que es mucho más que una superestrella, y que puede jugar en cualquier posición: de portero, lateral derecho, defensa central, mediocampista creativo, volante de contención, volante de enlace y centro delantero.
Lo descubrí por puro azar. Divino azar, solía decir el poeta Pedro Salinas. Se trata de Anthony De Mello, un jesuita indio, que publicó en vida cerca de 25 libros, dos de los cuales cayeron en mis manos cuando se preparaban para ir al cajón de la basura, y con mi manía de leer todo lo que pueda, sin importar de dónde venga y quién sea el autor, los recogí y me los llevé conmigo.
¿Quién puede hacer que amanezca? y Una llamada al amor son dos auténticas joyas. De Mello, quien murió de un infarto fulminante a sus 56 años, mientras se preparaba para unas conferencias en Nueva York, es de esos raros escritores que lo son por pura necesidad, no por el afán de contarle al mundo lo bien que escriben.
Maestro de lo que luego se pondría de moda: el storytelling, De Mello tenía una asombrosa facilidad para comunicar y eso se trasluce en sus libros, y en concreto en los dos que he citado.
Para entrar en sus textos hay que prepararse, –porque De Mello, que al final de su vida, se había apartado incluso de la religión para abrazar la libertad del ser humano como aspiración suprema–, porque el autor marca fuerte, a presión y hurga en las tantas contradicciones que nos impiden ver y oír.
Al final de su vida era, desde luego, un místico con una deslumbrante capacidad para contar y hacernos reflexionar a partir de historias milenarias, aderezadas con un altísimo sentido del humor.
Tras leerle y verle jugar con tanta categoría en la gramilla de las letras, queda un sentimiento profundo que golpea con insistencia: De Mello sí que era un auténtico crack. Con un texto de cuatro o cinco líneas era capaz de hacer un pase al vacío y dejarnos de cara al gol de la vida. Para este fin de año, leerle es un regocijo y una aventura descomunal.
En un mundo de hipócritas este poeta, místico, escritor y pensador, encarnó la autenticidad suprema y vindicó el derecho de ser uno mismo, por encima de la parafernalia de las apariencias.
Murió un 2 de junio de 1987, pero su legado crece y se multiplica cada día como las florecillas del campo a las que tanto citó. Era un ser humano entrañable y admirable. Un crack cuypo pensamiento permanecerá vigente por los siglos de los siglos…
*Máster en Literatura y autor de La Gran Hazaña
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