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El peligroso silencio de Wálter Quesada


 

En un mundo de teléfonos celulares, cámaras y cuanto aparato sirve para grabar y transmitir, es inadmisible que el árbitro Wálter Quesada haya pasado por alto los insultos de que fue objeto por el técnico Hernán Medford, cuando casi todo el país fue testigo en directo de tales despropósitos.

El silencio de Quesada es peligroso e inoportuno.

He aquí el gran error del árbitro, mayor que los cometidos en la cancha,  y de los que se entiende que fueron producto de sus apreciaciones. “Yo no me agacho” había dicho Quesada, pero con sus vacíos en el informe arbitral, abre la puerta para que en un futuro otros presionen como salvajes a sus colegas.

Los insultos de un Medford fuera de sí resultaron evidentes y grabados, y subidos a la red, y hasta publicados por un medio de comunicación. ¿Cómo se entiende, entonces, que el silbatero los haya pasado por alto? ¿Surten efecto las presiones de la barra brava de Herediano contra el réferi nacional? Extraña este comportamiento en un árbitro como Quesada, cuya trayectoria evidencia que es un hombre honrado e íntegro.

Lo ocurrido en el entretiempo y al final del partido, no solo fue lamentable— por los insultos y el comportamiento, a nivel de los fanáticos, de algunos dirigentes heredianos–,sino que obliga a revisar quiénes pueden tener acceso a la zona mixta, porque pareciera que por ahí puede aparecer cualquier hijo de vecino.

Saber perder requiere altura. En la vida todos los días perdemos. En el trabajo, en el amor, en el ámbito profesional, social y, por supuesto, el deportivo.  El problema no radica en perder, sino en cómo perdemos. ¿Qué hacemos con la derrota? ¿Le echamos la culpa al otro para tapar y minimizar nuestros errores?  ¿Aceptamos la derrota y miramos de frente a la realidad? No es tarea fácil, pero es el único camino para retomar el sendero.

De ahí que el bochornoso comportamiento de parte de la dirigencia del club rojiamarillo llame a la reflexión y al desencanto. Y también el extraño silencio de Wálter Quesada al pretender no oír los insultos del técnico Medford, que, por el lugar que se le ha otorgado en nuestro fútbol, debería de pedir disculpas públicas, y empezar a comportarse con la altura que exige su cargo y su envestidura.

 

*Máster en Literatura y autor de La Gran Hazaña

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