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Las gallinas de Guti y el buen fútbol

 (PUNTO FINAL-EL JORNAL-COSTA RICA, 19 DIC-2016). Los genios siempre sorprenden. José María Gutiérrez (Guti) era un pequeño genio que, irónicamente, casi nunca fue titular en el Real Madrid, pero eso no impidió que mostrara su clase y elegancia, y que se creara en medio de las estrellas un nombre propio y con mérito.

En una breve y magnífica entrevista con Manuel Jabois reconoce que tuvo que hacer ingentes negociaciones con sus vecinos madrileños para que le permitieran tener en el condominio gallinas, porque le gusta comerse al desayuno los huevos frescos, pero que la batalla con tener un gallo, para que cada día despertara a sus anquilosados condóminos, la perdió por goleada.

¿Pueden imaginar semejante empresa: tener gallinas en un lujosísimo condominio madrileño solo por el gusto de ser más que parecer y todo arropado por una estrella madridista?

Guti, que hoy trabaja, como ha de ser en un club que valora a sus estrellas, con las ligas menores del Madrid, asegura que sobrevivió a la selvática competencia del Madrid y del fútbol moderno porque antes de recibir la pelota ya sabía qué hacer con ella.

“Es que yo levantaba la cabeza antes de tener el balón. Ya sabía dónde estaba todo el mundo antes de que la pelota llegase. Cuando iba a recibir sabía qué pase iba a dar. Por eso decidía tan rápido. Y por eso a veces pedía la bola con urgencia: porque estaba viendo el hueco y el hueco podía desaparecer en cualquier momento. Con el balón no puedes pensar, hay que hacerlo antes”.

En estas cinco líneas citadas hay todo un compendio y una clase magistral de cómo se debe jugar al fútbol. ¿No le desespera ver a algunos jugadores en el campeonato nacional conducir la pelota hasta el cansancio, mientras sus compañeros lo miran ir y venir sin tirar ningún desmarque? Conducir en exceso el balón e intentar superar al mundo en solitario era un fútbol demandado en el ayer, pero hoy es anacrónico y está más que superado.

El otro concepto clave que cita Guti, un mediapunta fino, inteligente y de pases milimétricos, es que en el fútbol moderno hay que correr, y para ejemplificarlo, qué mejor que citar a Fabio Capello: “¿Entrenar sólo con balón? Ya, muy bonito. ¡Ojalá se pudiese! Pero hay que correr”.

Anticiparse a la jugada obliga a pensar. Desmarcarse obliga a correr y a tener un sentido de jugar en equipo. Y todo ello desemboca en estar siempre alerta. No son valores exclusivos del fútbol, son, más bien, valores que a diario reclama la existencia. Por eso el fútbol se parece tanto a la vida.

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Máster en Literatura y autor de La Gran Hazaña

puntofinal01@gmail.com

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