En el filme queda claro algo que usualmente pasamos por alto: el talento no es suficiente para triunfar en la vida
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 29 DE DICIEMBRE, 2016-PUNTO FINAL-EL JORNAL) En estos días de fin de año cae de perlas Pelé, el nacimiento de una leyenda, una película que hurga en el lado humano de quien se convirtiera, por sobrado mérito propio, en O Rei, y quien ha sido considerado el mejor jugador de todos los tiempos.
El filme, de los directores Jeff y Michael Zimbalist, reconstruye los primeros años del ídolo, en los que, por lejano y extraño que parezca, limpiaba zapatos en Tres Corazones, su pueblo natal.
Sería su padre, un futbolista que debió de retirarse prematuramente, el que le dio las grandes lecciones de fútbol y lo demás se lo enseñó la calle.
Que un joven de barrio debutase a los 15 años con El Santos es un escándalo. Que un entrenador (Vicente Feola) se haya atrevido a llevarlo, casi lesionado, a un Campeonato Mundial a los 17 años, es un escándalo mayor. Y que ese niño, que lo era entonces, haya marcado dos goles en la final y le diera, ante Suecia, el primer título a Brasil tras el Maracanazo, solo presagiaba que se estaba en presencia de una estrella.
Sí una estrella, nunca mejor recogida una denominación, porque Pelé, apodo que en un principio era despectivo, brilló con luz propia como nadie antes lo había hecho. No en vano la Federación Internacional de Estadísticas lo designó en 1999 el futbolista del siglo. Lo mismo hizo France Football y otro tanto el Comité Olímpico Internacional al denominarlo atleta del siglo en 1999.
Hay un detalle en la vida de Pelé que a menudo se pasa por alto. ¿Cómo hizo ese joven para brillar si estaba rodeado de verdaderos cracks que pudieron opacarlo?
(Didí, Garrincha, Nilton Santos, Zito, Vavá, Djalma Santos y Mario Zagallo eran algunos de los grandes nombres del fútbol brasileño de entonces). Una de las respuestas está no solo en su talento natural, sino en el espíritu que le inculcó en las silenciosas lecciones de vida y fútbol que le dio su padre João Ramos do Nascimento (conocido Dondinho).
El filme no solo recoge esos años cruciales en que el niño pasó al fútbol profesional y su adaptación a la ciudad de Santos, en Sao Pablo, sino que es un homenaje a sus amigos de la infancia, a los que corrían detrás de un balón por el placer que ello conlleva y la felicidad sin límites que les producía. Y es, también, un homenaje a su madre Celeste y a su padre Dondinho, artífices del hombre que más tarde sería Pelé.
El propio Pelé, que encargó la película, reconoce que le sorprendió el guion que le presentaron los directores, porque “mucha gente no sabe que limpié zapatos” y “mucha gente no sabe cómo llegué a ser lo que soy”.
Es muy cierto lo que afirma el gran ídolo: vemos, por lo general, la obra acabada y olvidamos lo más interesante: las grandes historias que hay detrás de los hombres de carne y hueso que por el mundo van.
En el filme queda claro algo que usualmente pasamos por alto: el talento no es suficiente para triunfar en la vida. Hay otros ingredientes indispensables, que espero descubra al ver Pelé, el nacimiento de una leyenda, una historia que humaniza a O Rei, quien ya cumplió 76 años.
*Escritor y periodista. Autor de La Gran Hazaña.
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