Para un visitante es casi imposible dar por su cuenta con ella, dada la escasez de información con que se topa en el cementerio de La Lucha
A pesar de que un periódico nacional lo catalogó como el hombre del siglo XX en Costa Rica, pese a ser su adversario acérrimo, la tumba de José Figueres Ferrer, conocido como don Pepe, se encuentra en el abandono, y realmente, sin referencias precisas cuesta creer que en el cementerio Cristo Rey de La Lucha se encuentran sus restos.
Con motivo de una visita de El Jornal a la tumba se pudo constatar que las placas que aluden a don Pepe son prácticamente ilegibles y que no hay mayores formas de dar con que ahí está sepultado el caudillo de la guerra del 48, y el mayor líder del Partido Liberación Nacional (PLN).
Figueres falleció el 8 de junio de 1990, a sus 84 años pues había nacido el 25 de septiembre de 1906, y sus deseos expresos fueron que le enterraran en el cementerio de la Lucha, cerca de donde fundó su famosa finca “La Lucha sin fin”.
Si un extranjero quisiera visitar la tumba solo podría dar con ella por la señas que le puedan facilitar los vecinos de la zona, pues no hay en el cementerio la información adecuada para dar con los restos de uno de los políticos, pensadores y líderes más importantes del país.
Ahora que se anunció la visita a Costa Rica del expresidente José María Figueres Olsen, quizá sea la ocasión propicia para que rescaten del olvido la tumba de don Pepe, quien fuese muy querido en la zona de Los Santos, Acosta, Aserrí y Desamparados, así como en el resto del país.
Unas cuantas “chinas” que no sobrevivirán al verano y una corona seca eran la muestra del aprecio que se le brinda a don Pepe en este cementerio el día en que El Jornal visitó su tumba.
Aunque siempre apostó por la sencillez e incluso el ascetismo y prefería las maneras simples para conducirse en la vida, y evitó siempre la pomposidad, ello no lleva a pensar que la tumba de una figura capital de la historia reciente del país deba pasar casi por anónima.
Las placas que dan cuenta de la tumba del caudillo, por la acción del tiempo, no se leen bien, y llama la atención de que no se haya hecho un mejor esfuerzo en ese sentido.
A diferencia de lo que sucede con grandes líderes mundiales, como el caso de John Fitzgeralt Kennedy, cuya llama en el cementerio de Nacional Arlington siempre permanece encendida, la tumba de don Pepe puede pasar, perfectamente, como una tumba de un “don nadie”.
En un lugar estratégico
Tras su regreso de Boston y Nueva York, a donde se había traslado con Francisco J. Orlich, Figueres compró La Lucha en 1929, que en aquella época era un lugar agreste y de difícil acceso.
De hecho una visita de su madre Francesca Ferrer al lugar dio pie para que le pidiera al doctor Mariano Figueres, padre del expresidente, para que convenciera a su hijo de que debía salir de ese destierro.
Como ya es sabido, don Pepe perseveró en sus intentos y La Lucha sin fin, ya en la guerra del 48, se convirtió en un bastión inicial del conflicto que lo catapultaría como el gran caudillo de esa contienda.
Tras presidir la Junta de Gobierno Fundadora de la Segunda República, la cual por 18 meses organizó al país tras los acontecimientos del 48, don Pepe se volvería una figura cimera en la política del país.
Fue presidente entre 1953 y 1958 y 1970-1974 y además de político era un respetado pensador y un escritor muy bien valorado por la crítica especializada.
Decía que en sus últimos años se había dedicado a releer a Tolstoi, quien era uno de sus escritores favoritos.
Este es el hombre que desde la política, el pensamiento social, la escritura y el arte imaginó y fundó una Costa Rica que recibió elogios en el mundo entero. Ese mismo hombre es el que yace en el olvido de una tumba prácticamente anónima.