EN EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE BETO CAÑAS PUBLICAMOS SU VISIÓN DEL LENGUAJE INCLUSIVO EN UN SU HABITUAL «CHISPORROTEOS»
(SAN JOSÉ, COSTA RICA 04 DE JULIO, 2020-EL JORNAL). Me resultó interesantísima la lectura de la columna que escribió el pasado domingo el filólogo Diez Losada sobre la monomanía que les ha dado a algunos de decir «los y las», confundiendo así el sexo fisiológico con el género gramatical, siendo como son dos cosas que no tienen relación entre sí. Prueba de ello es que quienes se empeñan en que digamos «los y las costarricenses», no nos exigen decir «las y los águilas».
• Indudablemente, quienes propulsan esas barbaridades lingüísticas son gente abiertamente anglófila, y lo atribuyo al hecho de que el idioma inglés no tiene (o casi no tiene) géneros, pero esa anglofilia militante nos está llevando al mal empleo de ciertas palabras.
• En español, el sexo es la condición fisiológica, con que nacen las criaturas masculinas o femeninas, y los órganos que la determinan. El encuentro sexual de la pareja se llama científicamente coito (palabra poco usada fuera de la literatura científica), y la literatura lo ha llamado, un poco poéticamente como corresponde, acto de amor, hacer el amor, y otros eufemismos que buscan ser agradables. En inglés lo llaman «to have sex», y aquí nos ha dado por decir, anglicadamente, «tener sexo», que es algo que tenemos desde antes de nacer, y sólo mediante complicadísimas operaciones quirúrgicas podemos dejar de tenerlo.
• El otro anglicismo es decirle género a lo que, según quedó explicado y lo explicó bien Diez Losada, se llama sexo en español. Pero es que en inglés, el sexo, la condición fisiológica con que nacemos, se llama «gender», de manera que las criaturas pertenecen al gender masculino o al gender femenino. Y quienes se empeñan en alterarnos el idioma castellano para que digamos los y las, han decidido adoptar el anglicismo y decirle género al sexo, olvidando que género es en español un concepto gramatical y no fisiológico.
• Ahora bien, el género, en español, no tiene nada que ver con el sexo. Si lo tuviera yo querría que alguien me explicara la razón por la cual la silla es femenina y el sillón es masculino; por qué la cama es femenina y el diván es masculino; por qué la luna es femenina y el sol es masculino, cuando en alemán es todo lo contrario; a qué se debe que el río sea masculino y la acequia femenina; por qué diablos es femenina la calle y son masculinos el camino y el sendero; qué explicación tiene eso de que el cuchillo es masculino y la cuchara femenina; quién decidió que fuese masculino el tren y femenina la locomotora; porque las películas son femeninas y los filmes masculinos; y en última instancia, si alguien ha ordenado que la de las mujeres se llame cara y el de los hombres rostro.
• «En la lucha tenaz de fecunda labor que enrojece del hombre y de la mujer la faz, conquistaron tus hijos y tus hijas, labriegos sencillos y la-briegas sencillas, eterno prestigio, estima y honor». A esto no le pone música ni Anton Webern.
• Indudablemente, quienes propulsan esas barbaridades lingüísticas son gente abiertamente anglófila, y lo atribuyo al hecho de que el idioma inglés no tiene (o casi no tiene) géneros, pero esa anglofilia militante nos está llevando al mal empleo de ciertas palabras.
• En español, el sexo es la condición fisiológica, con que nacen las criaturas masculinas o femeninas, y los órganos que la determinan. El encuentro sexual de la pareja se llama científicamente coito (palabra poco usada fuera de la literatura científica), y la literatura lo ha llamado, un poco poéticamente como corresponde, acto de amor, hacer el amor, y otros eufemismos que buscan ser agradables. En inglés lo llaman «to have sex», y aquí nos ha dado por decir, anglicadamente, «tener sexo», que es algo que tenemos desde antes de nacer, y sólo mediante complicadísimas operaciones quirúrgicas podemos dejar de tenerlo.
• El otro anglicismo es decirle género a lo que, según quedó explicado y lo explicó bien Diez Losada, se llama sexo en español. Pero es que en inglés, el sexo, la condición fisiológica con que nacemos, se llama «gender», de manera que las criaturas pertenecen al gender masculino o al gender femenino. Y quienes se empeñan en alterarnos el idioma castellano para que digamos los y las, han decidido adoptar el anglicismo y decirle género al sexo, olvidando que género es en español un concepto gramatical y no fisiológico.
• Ahora bien, el género, en español, no tiene nada que ver con el sexo. Si lo tuviera yo querría que alguien me explicara la razón por la cual la silla es femenina y el sillón es masculino; por qué la cama es femenina y el diván es masculino; por qué la luna es femenina y el sol es masculino, cuando en alemán es todo lo contrario; a qué se debe que el río sea masculino y la acequia femenina; por qué diablos es femenina la calle y son masculinos el camino y el sendero; qué explicación tiene eso de que el cuchillo es masculino y la cuchara femenina; quién decidió que fuese masculino el tren y femenina la locomotora; porque las películas son femeninas y los filmes masculinos; y en última instancia, si alguien ha ordenado que la de las mujeres se llame cara y el de los hombres rostro.
• «En la lucha tenaz de fecunda labor que enrojece del hombre y de la mujer la faz, conquistaron tus hijos y tus hijas, labriegos sencillos y la-briegas sencillas, eterno prestigio, estima y honor». A esto no le pone música ni Anton Webern.