Por Rafael Ugalde*
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 13 DE ENERO, 2017-EL JORNAL). Uno revisa las Organizaciones No gubernamentales (ONG) en el mundo dedicadas a terminar con la pobreza y de inmediato encuentra proyectos paliativos, no curativos. Y toda pobreza tiene cura.
No es que la pobreza en el mundo sea imposible de erradicar. La producción mundial es tan alta y sobraría para que cada persona tuviera una vivienda, un trabajo digno y al menos tres turnos de comida; pero entonces habría un poco de gente que quedaría sin “materia prima” para sus maquinaciones políticas y económicas.
En el caso costarricense, diez grandes productores de arroz no podrían decirle a 4 millones de almas que tienen libertad de consumir el arroz que quieran, claro, siempre y cuando paguen el precio que a ellos les dé la gana.
El medio millón de ticos que se les está cayendo la casa o carecen totalmente de ella, no serían clientes asiduos del Instituto Nacional de Vivienda, de Ayuda Social, de éste o aquel político, si todos tuvieran techo digno.
Ni los desocupados y subempleados costarricenses recurrirían cada cuatro años a éste o aquel partido que promete, ahora sí, terminar con la inmundicia social.
Costa Rica, con un premio Nobel de la Paz que nos prometió llevarnos al desarrollo con justicia social, posee la segunda tasa de desocupación más alta de la región, solo por detrás de Venezuela.
Quiere decir que los planes del “nuevo amanecer” y “volvamos a la tierra” con que se nos hizo presidente Luis Alberto Monge no funcionaron para las mayorías.
Ni tampoco la promesa de “crecimiento económico en paz” dejó réditos a quienes apoyaron en su momento al premio Nobel de la Paz, Óscar Arias.
Tampoco surtió efecto el “firme y honesta” de doña Laura Chinchilla, ni el “hombre ideal para gobernar” con que se nos presentó una vez don Rafael Angel Calderón Fournier.
Todos ellos “entrabaron” todo, al menos eso nos dice uno de los tantos pretendientes que tiene ya la casa presidencial para 2018.
Don Antonio Alvarez Desanti pareciera que está dispuesto a echarle Bicarbonato de Sodio a los herrumbrados y trabados tornillos que dejaron los anteriores gobernantes y, aunque es empresario y abogado y no mecánico, apuesta contra su más próximo rival, José María Figueres, quien acepta que le digan hasta de lo que va a morir, pero que los votantes, por favor, lo hagan presidente.
Ignoro qué embrujo tiene la casa presidencial de Zapote; si es la cuchara de doña Lela, o cómo se llame la cocinera, las ensaladas mixtas con buenos bananos de la zona sur o el distendido ambiente que solo es capaz de vivirse allí bajo lo subliminales colores del arco iris, pero qué tiene algo, lo tiene.
Contra el criterio de lo que nos han enseñado, opino que una democracia que solo se basa en elecciones por elecciones, sin mecanismos revocatorios inmediatos contra los negligentes, corruptos y abusadores del poder, no tiene interés en acabar con la pobreza, el congelamiento de salarios, los altos precios, la desnutrición, etc., y sí mantener el statuo quo.
¿Qué pasaría si el IMAS se propusiera acabar con la pobreza? ¿Qué pasaría si el IMAS sirviera para algo? ¿O más bien: para qué sirve el IMAS? ¿Alquien puede decirme para qué sirve el IMAS, además de alimentar a una buena cuota de burócratas con altos sueldos?
Por eso discrepo, entrando nomás 2017, con esos articulistas de revistas pseudocientíficas, que se empeñan en hacernos creer que bastan los “carnavales electorales” cada cuatro años para vivir en democracia. Esa no puede ser la democracia.
Nos están mitiendo. Y, lo peor, creen que no lo sabemos.
*Periodista, abogado y notario UCR