La serie de Amazon Prime ‘American Playboy: The Hugh Hefner Story’, puso de relieve, en 2017, la figura del creador de Playboy como el gran editor que fue, más allá de su mansión, “las conejitas” y sus excesos
Por Bruno Gálvez*
(DOMINGO 27 DE DICIEMBRE, 2020-EL JORNAL). En diciembre de 1953, cuando en los kioskos apareció el primer número de Playboy con Marilyn Monroe en la portada, el puritanismo estadounidense sufrió un extremecimiento del que un cuarto de siglo después todavía no se recuperaba.
La idea de una revista que convocara al glamour con una apuesta por el sexo como parte de la vida humana, lejos de las posturas conservadoras de los cristianos protestantes de diversas denominaciones a lo largo y ancho del territorio norteameriano, no se le había ocurido a nadie.
Y ahí estaba un joven, con un título universitario en psicología, con una esposa y una niña que atender, lanzando una revista que solo él había visualizado y que traería controversia desde el primer número de ese invierno del 53, hasta la primavera de 2020, cuando una pandemia global llamada coronavirus arrasó con todo lo que pudo a su alrededor, incluida la edición de Playboy, que ya venía mostrando signos de agotarmiento tras la aparición de Internet.
Hugh Hefner, el editor de Playboy, es normalmente presentado como un ícono de la sexualidad estadounidense, por aparecer reiteradas veces rodeado de “conejitas” y de Playmates, pero detrás de esa imagen de casanova con su eterno harem, se escondía un editor de altos quilates, que dio enormes luchas por la libertad de expresión y que abrió la puerta desde su revista a causas esencias en la sociedad estadounidense, con una repercusión en el resto del mundo.
El primer escollo que tuvo que sortear el editor Hefner (Chicago 26 de abril 1926-Los Ángeles, 17 de septiembre de 2017) fue el conservadurismo extremo en relación con el sexo. Visto en la superficie de la sociedad norteameriana como algo pecaminoso e indigno. Solo digno de los pervertidos.
Resulta que del primer número de Playboy, que fue una apuesta a ciegas, porque su fundador desconocía en realidad si habría un segundo número, se vendieron 51.000 ejemplares de acuerdo con The New York Times, lo que confirmó ya desde esa primera entrega que la visión del creador no estaba errada, y que ahí afuera había una sociedad necesitada de romper las amarras.
Si solo ese hubiera sido el aporte de Playboy, la revista habría alcanzado un objetivo mayor. La publicación, no obstante, fue mucho más lejos, y le abrió la puerta a temas controversiales como la guerra de Vietnam, el aborto, la discriminación racial, el SIDA y creó un estilo de ver la vida que no tenía ninguna compatibilidad con el puritanismo de los primeros años posteriores a la posguerra.
Detrás de esa visión, incluso por encima de sus intereses económicos, estuvo siempre Hefner, que como psicólog que era sabía interpretar muy bien los momentos. Por eso la revista tuvo una larga vida, pese a que incluso en su momento su editor fue acusado en los tribunales de Chicago de publicar material contrario a las buenas costumbres del pueblo estadounidense.
El veredicto del jurado, que se abstuvo de condenarle, fue una victoria de la Primera Enmienda que Hefner celebró por todo lo alto.
VALOR LITERARIO
Aunque la primera atracción de Playboy eran las Playmates, la revista siempre tuvo un sólido contenido editorial y a lo largo de sus 67 años contó con plumas selectas, tanto como autores de piezas de gran valor literario, como la serie de históricas entrevistas.
Hoy la revista solo tiene una versión en Internet, conserva su archivo histórico, pero no tiene el peso que le caracterizó en sus primeros 50 años.
Entre los escritores que tenía se encontraban figuras como John Updike, Joyce Carol Oate, Vladimir Nabokov, Kurt Vonnegut, Saul Bellow, Bernard Malamud, James Baldwin, Ray Bradbury, Isaac Asimov, Arthur Clarke e Ian Fleming.
En sus páginas se conocieron cómo pensaban entrevistados de la talla de Fidel Castro, Jimmy Carter, Martin Luther King, Marlon Brando y John Lennon.
Las confesiones de Carter, de que nunca había sido infiel a su esposa, pero que “he cometido adulterio muchas veces en mi corazón” (“I’ve committed adultery in my heart many times”) desataron una controversia que recorrió todo el territorio estadounidense, incluso en tiempos en que Internet era solo ciencia ficción.
Hubo otros, entre muchos entrevistados, como Martin Luther King, quie sería asesinado el 4 de abril de 1968, Truman Capote, Bertral Russse, Malcom X, asesinado el 21 de febrero de 1965, Jean Paul Sastre, Mohamed Alí, cuando respondía al nombre de Cassius Clay, Miles Davis y Ernest Hemingway.
Detrás de todo ese aparateje en que se convirtió la marca Playboy, con su logo icónico, siempre estuvo ese editor inteligente, que cuando recibió su estrella en Hollywood dijo con ironía que la prefería mucho más que un Pulitzer.
A Hefner se le ubicó siempre en un segundo o tercer plano como editor, porque la moral conservadora le tachó siempre de ser ese casanova rodeado de “conejitas” incluso a sus 80 años, con lo cual se ha desconocido su gran labor como un editor con coherencia, valentía y visión, que le dio pie a temas controversiales en las páginas de su revista.
En una época como la actual, año 2020, en que la calidad de las mejores cabeceras del mundo como The New York Times y El País, han venido a menos, por la falta de editores osados y competentes, la figura de Hefner, vista desde una perspectiva distinta, podría alentar un periodismo diferente, que se distinga por su calidad, por dar voz a los sin voz y por arremeter sin temores contra el establisment.
Incluso a esta altura del siglo no faltarán los que sigan viendo a Hefner como solo un bribón que creó un imperio alrededor del sexo. Eso sería una visión miope de un editor que todavía no ha sido puesto en el pedestal que se merece.
En un artículo de Kiko Amat, con motivo de la desaparición de la versión impresa, el escritor se pregunta: “¿eran los textos elevados una excusa para mostrar el mayor número posible de tetas y culos? ¿O, por el contrario, aquellas mujeres en pose no tan impúdica (la primera aparición de vello púbico fue en 1972, y solo porque Penthouse, su nuevo competidor, se estaba forrando con primeros planos intrauterinos) eran el modo que tenía Hefner de diseminar la literatura de calidad entre el vulgo? ¿Mens sana in corpore libidinoso?”
Tras responderse a Amat que “los cínicos de entre ustedes dirán que lo primero, pero este fogueado articulista no lo tiene tan claro” recalca el valor literario que detrás de esa estela de Playmates tenía la publicación.
“Lo que, a la sazón, diferenciaba a Playboy de las demás mensuales de destape era la cantidad de novelistas de lista A que se codearon con sus centerfolds. Es imposible leer una biografía literaria de la segunda mitad del XX sin topar con el momento de alborozo brindador que acompañaba a la carta de aceptación de la revista. Playboy hacía gala de las mejores tarifas del sector (excepto, claro está, en lo tocante al sueldo de las bunnies), pero el verdadero caché era inmaterial: publicar allí era hacerlo donde los mejores, una señal de prestigio en sí misma”.
Por eso plumas como las de Norman Mailer, Doris Lessing, Margaret Atwood y el propio Bradbury, que vendió para publicar por entregas en la revista Farenheit 451 por $400, no renegaron de estar en Playboy.
El feminismo de entonces atacó con crudeza a Hefner, acusándole de utilizar a la mujer como un simple objeto sexual. Hoy no habría podido siquiera publicar un número de su Playboy. Sin embargo, quedarse solo con ese cuadro del enfoque le restaría el valor que como periodista y editor tuvo Hefner, detrás de una publicación que a lo largo de 67 años puso sobre la mesa los temas más controversiales en la puritana sociedad estadounidense, y por extensión en el resto del mundo.
La serie de Amazon Prime: “American Playboy: The Hugh Hefner Story” está bien documentada y de entre la hojarasca en que se convirtió el emporio Playboy, puede emerger un editor que mereció más que una estrella en el paseo de los famosos de Hollywood.
*Periodista especializado en temas literarios. Esta es su primera colaboración con El JORNAL LITERARIO.