Conferencista y experto en gestión humana
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 13 DE JUNIO, 2017-EL JORNAL). En este mismo momento, en cualquier rincón del mundo, millones de personas están viviendo estos tiempos de incertidumbre de una forma realmente traumática.
En ellos, en su desesperanza, se observa que el verdadero problema que estamos afrontando no es únicamente exterior –el provocado por la situación económica– sino interior, ya que, en muchas ocasiones, pensamos que las circunstancias ajenas son lo único que puede determinar nuestra vida. Pero la solución también está en nosotros mismos, que tenemos que ser capaces de encontrar dentro de la dificultad y del desafío un espacio donde haya cabida para la alegría, la serenidad, el entusiasmo y la confianza.
Ante la incertidumbre es frecuente recurrir a un discurso negativo que, sin embargo, debemos evitar.
Se ha comprobado con base a estudios neurocientíficos que cuando una persona sostiene, de forma mantenida, una conversación negativa consigo misma –«no hay salida para mí ni para mi familia, estoy en un proceso de crisis, no seré capaz de superarlo…»– empiezan a activarse las mismas partes del cerebro que se activan cuando uno siente que está a punto de morir.
En consecuencia, toda la corteza prefrontal de nuestro cerebro, la que es responsable de la resolución de dilemas, de la creatividad frente a lo aparentemente irresoluble, experimenta un menor riego sanguíneo. Es como si, ante las circunstancias complicadas, el ser humano decidiera que donde tiene que poner todo su peso es en evitar el sufrir, y no en buscar el ganar.
Y ahí está lo que verdaderamente nos limita, porque si tomamos esa actitud, toda nuestra capacidad de ver las cosas con claridad queda absolutamente anulada.
Por todo ello, es imprescindible entender que, para utilizar esta época actual en nuestro favor y convertirla en una época de crecimiento, necesitamos generar en nuestro interior condiciones favorables.
No podemos quedarnos quietos, no podemos pensar que lo que se dice en las noticias es la única realidad existente, en definitiva, no podemos quedarnos en la oscuridad.
Sólo así se generará un poco de luz, aunque sea la mínima llama de una cerilla entre tanta oscuridad, y podremos dar un paso adelante.
Si, por ejemplo, nos sentimos solos, llenos de ira o desesperanza, busquemos a alguien de confianza y contémosle sencillamente cómo nos sentimos; no para que nos dé la solución sino para que, por el simple hecho de dejar fluir las emociones, podamos aceptar que la nueva situación también exige cambios en mí.
Se trata de entender que en momentos de incertidumbre tengo que reinventarme, convertirme en lo que estoy llamado a ser.
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