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Soñé con ser seleccionado nacional

Lic. Rafael Ugalde. *

(DOMINGO 03 DE OCTUBRE, 2021-EL JORNAL). Dicen que es de mal “agüero” contar a otros los sueños porque entonces no van a realizarse nunca. Pero como ya no tengo  18 años como cuando corría tras una bola con el  “Deportivo Miramar”, éstos son eso: fantasías, ideales, ilusiones por cosas vistas, escuchadas o sentidas, guardadas en una especie de “bodega” que Carl Gustav Jung llamó arquetipos.

En todo caso, lo maravilloso del sueño que comparto con tan amables lectores de EL JORNAL es que disfruté al máximo dicha ilusión, viéndome vestido de seleccionado nacional para los juegos eliminatorios de Catar 2022 frente  a Honduras, El Salvador y Estados Unidos. ¡Les juro que a solas sigo riéndome de verme tan corrongo, con camiseta roja, pantaloncillo azul y medias blancas!

Me reía a carcajadas viendo a los jugadores hondureños, salvadoreños y estadounidenses temblando de horror, cuando anunciaron por los parlantes del estadio la alineación de la constelación de estrellas “generación Whatsapp”.

“Valió la pena, mi largo viaje desde Europa” – me decía para mis adentros- viendo a mis colegas catrachos, cuscatlecos y gringos, temblando como conejos. Es que sus piernas en el sueño eran de gelatina.

Si bien, en el sueño solo contaba con solo 18 años y mis goles en Europa no llegaban a cinco, ya tenía para muchos consolidado un lugar en la Selección,  gracias a  mis múltiples amigos en la tele, Facebook y mi inseparable Whatsapp. Ellos me ayudaron a encumbrarme para que estuviera – al menos así aparecí en el sueño  – al mismo nivel de Messi y Ronaldo.

Para estas eliminatorias solo había pedido a nuestra alicaída Federación algo muy sencillo, pero merecido: un jet humildito, a fin de estar en la concentración de Suárez en tiempo récord, pues  sabrán ustedes que son diez horas seguidas de vuelo para brincarse el charco del Atlántico.

Además, las líneas comerciales ponen muchos peros para que mi mascota Afghan Hound, que siempre va adonde voy, me acompañe, así como su bolsón de alimento balanceado y la  veterinaria encargada de peinar y tenerme al tanto del humor de mi perro hecho seda. En cualquier línea comercial esto elevaría a la Federación el costo de transportarme.

¡Fue tan lindo mi sueño! En él, fui muy sincero con Suárez y la Federación, en el sentido de que una vez que acumulara más de 10 goles en el Viejo Continente, mis condiciones cambiarían. El jet a enviar contaría también  con un cocinero, un diplomado en alimentación para atleta de alto rendimiento, ama de llaves, gimnasio con su entrenador y un relacionista público.

Asimismo, quedó claramente que superada la barrera de la docena de goles en cualquier liga europea, yo escogería de una terna que me enviarían por Whatsapp el entrenador de mi Selección Nacional con quien mejor me llevaría y los compañeros con quienes me gustaría jugar.

Esto quedó muy claro. Como clarito quedó también que cualquier crítica que me expusiera como figura pública, me haría renunciar de inmediato a la Selección hasta que me cambiaran de entrenador, federativo o persona que me agravió. Con mi decoro como profesional, les había dicho, no se juega.

Él ruido de la vieja Vespa del repartidor de un conocido periódico, ocupado en los enseres del empleo público y  la privatización del país, interrumpió mi bella ilusión, cuando estaban a punto de decirme sí a todas mis exigencias.

¡Acharita!

Periodista, abogado y notario UCR

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