El periodista Rafael Ugalde cuenta su experiencia con Fidel Castro al encontrarse con él en el Centro de Convenciones de La Habana
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 28 DE NOVIEMBRE, 2016-EL JORNAL). Con ocasión de los debates por la deuda externa de América Latina y el Caribe pude encontrarme con Fidel Castro, hará unos 25 años, en un pasillo del Palacio de las Convenciones de La Habana, gracias a un colega de Prensa Latina– agencia de la que fui corresponsal en Costa Rica durante 30 años–, quien me presentó al “caballo” , como le decía con cariño su pueblo, vestido de verde olivo.
Era de una estatura enorme. En tres o cuatro minutos de conversación con él, caí en la cuenta de todo lo que me viví en el Liceo José Martí, de Puntarenas, donde cursé la secundaria, y de lo que no tenía conciencia.
Poniéndome la mano en el hombro, como si fuéramos viejos amigos, me dijo: Oye, ya sé por qué te hiciste periodista. Me narró como un relámpago los lazos entráñables que José Martí dejó en Puntarenas; la presencia de Cuba en Nicoya; me preguntó qué hacía el gigante de las letras ticas Joaquín Gutiérrez; me habló del compromiso social de Carlos Luis Fallas, Calufa, y hasta se cercioró si conocía quién había regalado el quiosco del Parque Central, el que “está frente al restaurante Palace, el del gallego”, agregó.
Así era él. Hasta sus silencios revelaban una intención, una idea, un proyecto. Tenía la fuerza, la independencia y la total seguridad de un profeta. Lo recuerdo cuando los gringos querían hacer del niño Elián su botín para la guerra ideológica, que dijo ante unos incrédulos: nuestro niño Elián volverá… y volvió. Cuando a cinco trabajadores cubanos la CIA los hizo aparecer como terroristas y fueron condenados a cadena perpetua en las mazmorras de Estados Unidos, dijo: volverán … y volvieron.
Cuando en aquel tiempo alguien le preguntó si Cuba obtenía algún dividendo económico peleando por la descolonización en África, respondió al periodista que más bien su país seguía en deuda con el pueblo africano. Parte de la población cubana viene de hombres y mujeres que el coloniaje europeo arrancó de sus hogares y sus tierras para traerlos a América como esclavos.
Así educó a su pueblo. Los “grandes revolucionarios de papel” enseñaban que las revoluciones mundiales serían hechas en el norte industrializado, lejano de los imperios, solo por obreros y campesinos; él la hizo en cada corazón del sur pobre, sojuzgado, injusto, engañado una y otra vez, con estudiantes, campesinos y obreros, en las mismas barbas de un imperio.
Estos imprescindibles, como Fidel, duermen y vuelan alto para nunca morir… ¡Hasta la victoria siempre, Comandate!
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Rafael Ugalde fue corresponsal de Prensa Latina, la agencia oficial de noticias de Cuba, durante 30 años en Costa Rica. El autor, además, de periodista es abogado y sociólogo.