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Los oportunistas crucifican a Guardiola

LUNES 31 DE MAYO, 2021-EL JORNAL). El fútbol es hoy un mercado persa donde concurren todo tipo de mercaderes, desde técnicos que hablan en lenguas, hasta aquellos que son capaces de sentirse iluminados por el Espíritu Santo.

En ese contexto le llegó la hora a Josep Guardiola, quien, tras perder la final del sábado 29 de mayo ante el Chalsea, quedó retratado como si fuera un entrenador de canchas abiertas.

Las decisiones erróneas que tomó antes del partido y la forma en que salió a jugar el Manchester City han hecho que se le ponga en la pista de salida como si fuera uno más — cierto que por otro lado ha habido un sector que lo ha endiosado, también sin ninguna necesidad–, en la inmensa fila de entrenadores que en el mundo han sido.

La crítica en el fútbol de hoy está llena de mucha parafarnelia. Tiene mucho verbo fácil, pobre e intrascendente. Tiene mucha lengua y poca cabeza.

Zinedine Zidane, en su carta de despedida del Real Madrid, lo ha dicho con una elegancia sin par, al tiempo que su palabras deben llamar a la reflexión a quienes ostentamos el privilegio de utilizar un micrófono o algún espacio periodístico: “No olvidemos el fútbol. Cuidemos el fútbol”, dijo el francés.

Hoy se piensa, deja entrever el técnico madridista, mucho más en el “rating”, que en lo que significa el juego en sí, el más bello del mundo, sin deslegitimar la grandeza que cada disciplina deportiva encierra en sí.

El oportunismo que hay en la actualidad en el fútbol es alarmente. De la noche a la mañana un empresario, que nunca vio un partido de fútbol, tiene un club, o llega a una federación y empieza a pontificar cómo debe ser esto a aquello, sin haberse percatado de que este deporte se juega con un balón, un árbitro central y los partidos duran 90 minutos más el descuento.

Hay, en definitiva, una voracidad porque cada cual quiere quedarse con una tajada del jugoso pastel que representa el balompié en el ámbito mundial, al tiempo que se olvida lo esencial: la transparencia, la honestidad, el compromiso real y no solo político-personal, y que las verdaderas estrellas deben ser el balón y los jugadores, como bien lo destaca Zidane en su singular carta del día de hoy.

Un sistema donde todos quieren quedarse con el negocio, pero sin una base sólida que lo sostenga se termina derrumbando. Y si tienen duda piensen en que hoy Guardiola es, para los oportunistas y por haber perdido la final de Champions, un entrenador cualquiera.

 Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez

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