Por el Dr. Juan Jaramillo Antillón*

Con su habitual profundidad, el autor nos ofrece un ensayo exquisito sobre el valor de las ideas en el desarrollo de la humanidad, en esta nueva entrega de EL JORNAL LITERARIO

(SÁBADO 28 DE NOVIEMBRE, 2020-EL JORNAL). La creación y el paso de lo que se llama cultura a través del tiempo se debe a la trasmisión de “ideas”, que han modificado el mundo en muchos sentidos. En forma muy simple diríamos que una idea es la representación que surge a partir del razonamiento de un suceso o fenómeno en la mente (cerebro funcionando) de una persona.

La posibilidad de crear una idea está asociada a la capacidad de entender y reflexionar que tienen los humanos sobre diversos hechos de la naturaleza y cómo actuar en cuanto a ellos. La mente da lugar así a conceptos ya sea científicos, filosóficos, religiosos, sociales, educacionales, musicales, ideológicos, etc.

León Tolstoi expresaba “el sujeto de la historia es la vida de los pueblos y la vida de la humanidad”. Él dio por aceptado el hecho de que lo importante en la vida son el hombre y sus ideas.

La “idea” tiene, en cierto modo, similitud con una mutación genética, consistente en cambio en la acción de un gen de los contenidos en los núcleos de las células humanas por diversas causas, y como los genes dan las órdenes (ideas) a las células para trabajar, por eso pueden modificar en cierta forma lo físico o mental de las personas.

Si la mutación es negativa y no es bloqueada en el interior de la célula, esta o incluso la persona se deteriora. Si una idea es mala y no es rechazada puede causar un trastorno individual o al grupo social que la aceptó. Pero, en cambio, si la idea es buena, al igual que la mutación positiva, y es aceptada y asimilada, se mantiene y contribuye a efectuar un cambio en la manera de pensar y actuar de las gentes.

Una idea nueva y buena puede generar incluso un cambio social en una población determinada. Las sociedades que permanecen y progresan suelen ser las que producen esas ideas y las acogen, las que no las aceptan, no generan cambios y pueden llegar con el tiempo a perecer.

Tal vez este sea el camino para explicar la desaparición de sociedades o culturas, como ha sucedido con diferentes especies de animales, en la historia de la evolución de las especies, organismos o seres aparentemente superiores a los que existían en ese momento, y los dinosaurios son un ejemplo de ello, siendo claramente dominantes en su época y estando altamente especializados y aclimatados, al cambiar el “medio ambiente”, por diversas causas, no pudieron adaptarse a esas contingencias y desaparecieron. Se puede decir que llegaron a un callejón sin salida cuando se superespecializaron, y no ocurrió en ellos la mutación positiva que los ayudara a adaptarse a los nuevos cambios climáticos de la naturaleza.

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La irrupción de Adolfo Hitler fue un «agente mutante» negativo para la humanidad.

La desaparición de diversas civilizaciones como la de los faraones, la griega y la romana podrían tener un origen similar: por faltarles ideas buenas para adaptarse a las nuevas exigencias de su época, o por haber tenido ideas equivocadas que las llevaron al fracaso. La desaparición de la sociedad marxista y el posible fracaso del actual capitalismo salvaje se explica, tal vez, también así.

Para aclarar lo anterior recordemos a Adolfo Hitler, canciller de Alemania en las décadas de 1930 y 1940, él, como otros déspotas de la historia, fue sin duda un agente mutante malo para la humanidad, y sus ideas cambiaron la manera de pensar del pueblo alemán. El pensamiento de esa nación fue alterado y se modificaron los medios de desarrollo y producción, así como los fines de esa sociedad que se volvió expansionista, generándose un Estado formalmente diferente a la República democrática de Weimar, existente hasta ese momento; un verdadero tumor en el centro de Europa que comenzó a invadir (como las metástasis de un cáncer) a sus vecinos, destruyó naciones y causó la muerte de millones de personas, antes de ser derrotado (erradicado el tumor).

Precisamente para evitar el fracaso, la naturaleza emplea las mutaciones o cambios bruscos en los seres y aunque muchos son malos y perecen grupos de seres o personas, otros con mutaciones buenas sobreviven y se vuelven más aptos para aceptar las diversas modificaciones del “medio ambiente”.

Las mutaciones están constantemente afectando a los seres vivientes. A su vez, los cambios sociales que se producen en nuestro mundo, producto de las ideas aparecen constantemente como ya vimos en diferentes campos de la cultura humana. La ventaja de los cambios sociales sobre los biológicos se debe a que las personas aprenden de la experiencia, y si el cambio es negativo puede corregirse, y si es positivo puede acrecentarse.

Sin embargo, se piensa que la humanidad se está acercando al límite de crecimiento y se ha desarrollado tanto tecnológicamente, que es posible se encuentre en un “callejón sin salida”, ya citado para algunas especies, por los cambios climáticos cíclicos en la naturaleza. El aumento de esos cambios ha sido provocado por el desarrollo exagerado de la industria, el comercio y la agricultura sin controles, los que junto con la deforestación está destruyendo la capa de ozono, y propiciando la contaminación de ríos y mares. El incremento desproporcionado de la población (casi 8 mil millones de personas), para los recursos existentes (a unos les sobran y a otros les faltan), está causando gran pobreza y hacinamiento.

Lo anterior ha contribuido, en parte, a la aparición de la pandemia viral causada por la llamada COVID-19, que ha provocado graves trastornos socio económicos y sanitarios a la humanidad. A eso se le agrega la posibilidad de una guerra nuclear que podría representar el fin de nuestra civilización.

A través de la historia, hemos apreciado que ciertas ideas han logrado que la unión de sociedades (ya sea por imposición o por conveniencia) haya dado lugar a la aparición de nuevos pueblos y culturas. Si los cambios sociales logrados con estas fusiones son positivos y se adaptan mejor a los problemas existentes, estas culturas sobreviven por años o siglos, hasta que inexorablemente acontece un nuevo cambio. “Todo cambia, nada permanece,” decía Heráclito de Éfeso hace 2500 años, y esta Ley Natural ha sido corroborada incluso en relación con el Cosmos.

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La «Declaración de los Derechos del Hombre» en 1789 marcó un hito en la historia humana.

Creo que el lector coincidirá conmigo en que todos los sistemas vivientes son el resultado de un equilibrio entre los elementos que lo forman y el medio en el cual crece, pero las mutaciones o cambios internos (que se deben al azar y no son impuestos según necesidades del ambiente) y los externos (adquiridos) pueden modificar su desarrollo, incluso cambiándolo por otro diferente si la mutación es importante.

Sea cual sea el nivel del sistema estudiado–moléculas, células, organismos, seres o poblaciones–, la sucesión de hechos para realizarse en su medio, suelen ser muy similares en principio. Distinguir estos fundamentos que rigen la integración de los organismos para formar un nuevo ser, o los principios que rigen la unión de varios pueblos para formar una nación, requieren del estudio de los fenómenos acontecidos en el tiempo, la lógica de su organización y la evolución biológica o social que han tenido.

Las ideas son para mí, como ya señalé, el equivalente de un agente mutante (un virus, una radiación) para los genes de las células. Las ideas (producidas por los humanos) al igual que estos agentes, pueden actuar positiva o negativamente y su efecto verse a corto o largo plazo. Las ideas invaden el “espíritu” o, mejor dicho, la mente de las personas y los motivan a cambiar. La pregunta que yo me hago es: ¿Cómo influyen y cuál es el criterio que existe para la selección de las ideas? ¿Cuáles han sido las ideas fundamentales para lograr los cambios sociales, o la evolución cultural?

Cuando en mayo de 1789, en Francia, los Estados Generales se reunieron en Versalles, los representantes del Tercer Estado o de los ciudadanos comunes, se declararon como la Asamblea General para redactar una Constitución para Francia. La misma produjo la “Declaración de los derechos del Hombre”. Esta declaración y las ideas ahí esbozadas, reflejan la influencia de los filósofos de su época en especial de Voltaire (1694-1778) y de Juan Jacobo Rousseau (1712-1778).

Entre las ideas de sus artículos estaban pensamientos expresados por ellos como: “Que las leyes eran la expresión de la voluntad general de todos los hombres, nacidos iguales ante los ojos de la ley y de las oportunidades, con derecho a resistir a la opresión”. “Con libertad para opinar, de religión, de palabra, y de escritura, que deberían pagar impuestos de acuerdo con su capacidad económica y que se presumirán que son inocentes mientras no se pruebe que son culpables”.

Si uno quiere ver cómo las ideas se contraponen, analicemos el siglo pasado en el cual se presentó un fenómeno muy interesante en las sociedades o países con cierto progreso y educación democrática (la democracia es simultáneamente una forma de gobierno y un sistema de vida), se trataba de la prioridad que se le dio a los “Derechos Humanos” como fueron las ideas del derecho a disentir de pensamiento, palabra y hecho, la de la libertad de prensa, de viajar, del voto para escoger a los gobiernos y para cambiarlos, etc., en fin, una serie de libertades de los ciudadanos de un país, con la tolerancia como estandarte cívico.

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Karl Marx predijo muchas de las contradicciones del capitalismo actual.

La sorpresa que se tuvo fue, que esas ideas, no parecían ser aceptadas en los países europeos del este, incluyendo a la Unión Soviética, ya que en esos países con gobiernos de tipo socialistas-marxistas, en ellos existían ciertas ventajas como eran: fuentes de trabajo estables, acceso a servicios médicos y educativos sin paga, gran poder militar, etc.  

En esos países se obtenía todo eso, dado por el Estado, eso sí a cambio de poca o ninguna libertad política. Pero la “idea de libertad” prendió tanto en los habitantes, que, aun a riesgo de perder las ventajas que se tienen en ese tipo de sociedad, estas votaron por un cambio radical del que no parece haber regreso después de décadas de adoctrinamiento ideológico, y dieron lugar a una revolución que podríamos llamar cultural, y desapareció así la Unión Soviética y sus satélites, y surgieron países con características de socialismo democrático.

Al parecer esto sucedió porque estando esas sociedades en el límite de su desarrollo (muy especializados, pero no perfeccionados) no lograron encontrar salida a un intervencionismo estatal masivo en todas las formas de vida económicas y sociales de sus pueblos, ya que carecieron de las ideas adecuadas y del apoyo de sus ciudadanos (por haberlos tenido aprisionados) para lograr un cambio.

Por supuesto, en la actualidad China tiene una sociedad donde no existe esa libertad y la población parece aceptar el régimen marxista de una mezcla de dictadura de partido único dueño del gobierno y sin libertad política de la población, pero con aceptación del capitalismo y la libre empresa, y la apertura de mercados, lo cual ha logrado sacar de la pobreza a más de setecientos millones de personas.

 Eso ha dado lugar a que se diga, que el liberalismo democrático y su capitalismo que también lograron sacar de la pobreza a millones de personas, sin embargo, parece estar estancado, ya que, el capitalismo salvaje, o sea, sin buenos controles del Estado (lograr la máxima ganancia con un mínimo de inversión, con salarios de los trabajadores lo más bajo posibles), por esta característica el beneficio no llega a toda la población y hay cientos de millones de personas sin trabajo y sus familias están en la pobreza, creándose entonces un gran descontento.

No se recuerda aquí a Inmmanuel Kant y su ideal llamado “imperativo categórico”: Tratar, al ser humano siempre como un fin, nunca como un medio y obra de tal manera que la máxima de tu acción pueda valer como norma para todos”. Lo mas interesante es que entre las ideas señalas por Karl Marx, éste había predicho muchas de las contradicciones que hoy se señalan al capitalismo y que se ha venido agravando con la globalización del capital y la apertura mundial de mercados.

 Marx había señalado que al suceder esto, aparecerían grandes monopolios mundiales, que harían desaparecer a la pequeña empresa, y que las industrias locales serían absorbidas o eliminadas por las trasnacionales, fijando ellas los precios de los productos. Cabe aquí a citar una idea de Confucio: “Todo aquel que desee ser exitoso también debe ayudar a los demás a ser exitosos. Todo aquel que desee desarrollarse también debe ayudar a los demás a desarrollarse”.

 

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Nicolás Copérnico era partidario de la teoría heliocéntrica.

Actualmente, sabemos que el átomo, la supuesta materia primaria, menor e indivisible, señalada por el filósofo griego Demócrito hace veinticinco siglos, no lo es del todo y se ha convertido él mismo en un sistema en el que ya no sólo hay electrones, protones y neutrones, sino también “quarks” y procesos de energía. ¿Pero fue lo físico lo que ha cambiado? ¿o es más bien la idea o el concepto? Creo que esto último es la realidad, ya que lo que evoluciona no es la materia, sino el conocimiento que tenemos de ésta.

La organización del Universo existe desde siempre y durante miles de millones de años han permanecido las moléculas, las estrellas, y sus relaciones. Somos nosotros los que hemos evolucionado, modificando nuestras ideas, desde la cosmología geocéntrica de Ptolomeo, hace más de dos mil años, pasando por la heliocéntrica de Copérnico y Galileo, hasta llegar a la concepción moderna de que la Tierra es apenas un planeta más en el Universo infinito.

¿Quién es el responsable de este cambio? Creo que no me equivoco al señalar que han sido las ideas producto de la mente humana y la información que obtenemos de ellas a través de los siglos.

La aparición de la cultura a través del tiempo se debe entonces a la trasmisión hablada o escrita de las ideas. Si bien es posible que ningún hombre solo y sus ideas hayan fijado el proceso de la historia humana, seguramente el conjunto de muchas grandes personas y sus ideas revolucionarias, filosóficas, ideológicas, religiosas, educativas, científicas, morales, etc., han sido la causa de los cambios que el ser humano y la sociedad vienen presentando desde la antigüedad al presente.

El Dr. Gordon Childe, uno de los más notables historiadores y arqueólogos de nuestro tiempo, dice en su libro Los orígenes de la civilización, que la prehistoria es una continuación de la historia natural y que existe una analogía entre la evolución orgánica y el progreso de la cultura.

Revisar los procesos en juego en el campo biológico y en el social, buscando encontrar similitud, puede ser muy interesante, y aunque estoy seguro de que muchos considerarían que esto es producto de la imaginación de algunos y por ello genera escepticismo, creo que todos coincidirán conmigo en que sin imaginación no podríamos haber realizado ningún descubrimiento.

Albert Einstein admitía francamente que sus ideas y teorías eran producto de su imaginación y de la intuición. Quienes se le oponían señalaban que este era un método demasiado especulativo para practicar una ciencia como la física, para ellos las únicas leyes de la naturaleza válidas eran las que se deducían de la observación y la experimentación, o sea de la experiencia. Como resultado del conocimiento teórico de Einstein surgió nada menos que la bomba atómica. En una oportunidad le preguntaron a Einstein qué aparatos le ayudaron a crear las teorías de la relatividad, solo se tocó la cabeza y dijo: la mente.

¿Qué empuja al hombre a la acción? ¿Qué hechos mueven la Historia? ¿Están el destino y la ruta que sigue la humanidad previamente trazadas, como lo hacen los genes con el desarrollo de los seres? Para Nicolas Maquiavelo, la motivación esencial para el desarrollo del hombre era la ambición de poder. Para Federico Hegel, era la idea. Para Carlos Marx, la economía. Charles Darwin consideraba que la evolución y el cambio se debían al triunfo de los más aptos y Friedrich Nietzsche creía que el hombre superior es el que impulsa la dinámica humana.

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Aristóteles era partidario del mundo material y de que la palabra había creado la sociedad.

En el presente, la gente cree que la ciencia y sus descubrimientos son la causa de todos los cambios. La verdad es que, cuando uno se pone a reflexionar sobre la ciencia y sus fundamentos y especialmente sobre sus implicaciones en la vida de los seres, entra de lleno en el campo filosófico.

La ciencia en el momento actual constituye una de las bases de la cultura universal. En los diferentes países existen religiones, ideologías, alimentos, vestidos, costumbres y hasta lenguas diferentes; pero, la ciencia es igual en todo lado, con excepción del grado de desarrollo de ella. Existe universalmente unidad en la ciencia, pero pluralidad en la cultura. Y, además, se está convirtiendo en la base de la tecnología que alimenta a la industria, la educación, la comunicación, la medicina, etc., con lo cual ha entrado de lleno a jugar un papel muy importante en el desarrollo social.

Pero la experiencia nos dice que a pesar de que se nos señala que la ciencia no es buena ni mala, sino que simplemente es, creo que es necesario el criterio moral en la aplicación de los logros científicos, pare evitar así que la ciencia atente contra los valores humanos.

Aunque hay la impresión de que la población tiene gran fe en el conocimiento científico, , hay que recordar, no obstante, que la ciencia es simplemente un medio del que dispone el ser humano para estudiar el mundo que le rodea.

Trata sólo con cosas que puedan someterse a experimentación, de modo directo o indirecto, a través de los sentidos y excluye aquellos fenómenos con los que no se pueda experimentar o crear hipótesis para someterlas luego a la experimentación. La historia de la ciencia está repleta de ideas o dogmas científicos que resultaron erróneos, pero que, en su época, fueron totalmente aceptados. No hay investigador científico, ni filósofo ni pensador brillante que no se haya equivocado alguna vez.

Lo anterior es una de las razones para no depositar la fe de manera incondicional en ninguna idea, teoría e incluso descubrimiento, hasta que estos soporten la prueba del tiempo, y aún así sabemos que pueden posteriormente ser superados o eliminados. La verdad del descubrimiento científico siempre está sujeta a análisis.

Sócrates pretendía que era posible encontrar una verdad válida para todos (llamada verdad objetiva), pero era consciente de que su búsqueda entrañaba dificultades. Para él, “la verdad” no es algo que se posee, sino algo que hay que buscar. El filósofo de la ciencia Karl Popper, afirmaba que la verdad no se descubre, se inventa y que ella está en la imaginación. De acuerdo con ello, la verdad y los hechos son al principio una hipótesis o una teoría que pretende resolver un problema que tenemos.

Deseo aclarar, que comprendo que el estudio del hombre y de sus sociedades no puede reducirse a la biología, pero tampoco podemos ignorarla, debido a la similitud existente. Al cabo, el conocido como ADN y sus genes, la materia primordial de los seres, crearon las células, un conglomerado de estas los tejidos, órganos y finalmente al ser humano y su cerebro, que lo facultó para reflexionar sobre sí mismo y poder comunicarse con los otros seres, y como producto de ello apareció la familia y la sociedad.

Hace 2400 años el gran filósofo griego Aristóteles decía: “Mediante la palabra el hombre creó la sociedad, en ésta desarrollo la inteligencia, en virtud de la inteligencia produjo el orden, y mediante el orden, la civilización”.

 

 

*El autor es Expresidente y miembro de número de la Academia Nacional de Medicina – Exministro de Salud- Premio Nacional de Ensayo “Aquileo Echeverria” 1992 – Distinguished Health Medical Consortium 1998. Por las Escuelas de Medicina de los Estados Unidos y Canadá. Premio Nacional de Cultura Magón 2015. Catedrático de la Escuela de Medicina de la UCR – Profesor Emérito de la UCR. Premio a la excelencia en Salud Pública por el Ministerio de Salud y el Gobierno de CR. 2010. Autor de 38 libros.

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