(LUNES 27 DE JUNIO, 2022-EL JORNAL). Más allá de las polémicas, más allá de los cálculos, más allá de la sede, más allá de las propuestas, la final entre Cartaginés y Alajuelense sigue intacta: los dos equipos apostaron por no perder y ambos consiguieron su objetivo.
Según del ángulo del que se mire, uno y otro tendrán ventaja, por ejemplo, los manudos podrán decir que con su afición tienen un respaldo del que no gozarán los blanquiazules.
A lo cual puede replicar un brumoso que a diferencia de la Liga, con cualquier empate con goles, el que va a la final, sin haber ganado, es el Cartaginés.
De forma tal, que entrar solo en ese tipo de consideraciones llevaría a una reflexión estéril, porque la pregunta que hay que hacerse es si los rojinegros han demostrado ser verdaderamente superiores a los cartagineses, y si estos tienen las condiciones para pelearle de tú a tú el título.
Lo que se ha visto en la cancha, que es donde debe centrarse el análisis, creo que hay un 50 y 50 de probabilidades para cada equipo. No veo, como algunos sugieren, a un Alajuelense una grada más arriba. En planilla sí, pero cuando rueda el balón es lo que cuenta.
Entre tanto, Cartaginés ha demostrado ese temple que hace años no tenía. Si bien el partido de ayer evidenció a un equipo que salió por el empate desde un inicio, sin asumir mayores riesgos, tuvo la virtud de mantener el cero a cero. Al existir el gol de visitante como criterio de desempate, un cero a cero adquiere otra connotación. En la gran final, si hay, ese mismo cero a cero no tendría el mismo valor.
Por eso es precipitado quienes ya dan a la Liga como ganadora del torneo, porque no hay tanto desbalance como parece de entrada. Y ya se sabe que los espejismos inducen a error.
La final está abierta y no sería una sorpresa si los blanquiazules dan el paso decisivo, aunque llegarán al Morera Soto asediados por las lesiones.
