(MIÉRCOLES 07 DE DICIEMBRE 2022-EL JORNAL). El técnico de Portugal, Fernando Santos, dejó claro que está harto de Cristiano Ronaldo, y en el partido más importante de su selección lo sentó por un jugador de 21 años, Gonçalo Ramos.
Fue una decisión de autoridad, de liderazgo, de valentía. A una estrella que hace mucho ruido alrededor y que quiere privilegios, había que enviarle un mensaje y lo hizo con la contundencia que le otorga el puesto.
No siempre sucede, de la Selección de Costa Rica se dijeron muchas cosas de Rusia 2018, con un grupo de jugadores que tenían sus privilegios y otro tanto se ha comentado de lo ocurrido en Catar.
Hasta el Primer Ministro de Portugal, el popular Antonio Costa, dijo: “Yo confío en Fernando Santos”. Y Santos, por ende, ya ganó su Mundial, independientemente de cómo le vaya a su equipo ante Marruecos.
Sentar al capitán y superestrella por un joven de 21 años del Benfica y que encima golearan –6 a 1—a una Suiza siempre rocosa, demuestra que los viejos códigos del fútbol todavía son válidos.
La máxima de que nadie está por encima del equipo la cumplió a cabalidad el técnico Santos. Un entrenador no está solo para hacer la alineación y preparar las prácticas a lo largo de la semana. Su función es mucho más relevante. Los caprichos y las concesiones se quedan a un lado, cuando un profesional del banquillo decide ejercer su autoridad.
Del Mundial Qatar 2022 hay mucho que aprender, siempre y cuando haya apertura para aceptar que hay derrotas, fracasos, equivocaciones y deudas que se deben pagar en el terreno de juego y no en los micrófonos, como quieren hacer ahora el Presidente de la Federación, Rodolfo Villalobos, el técnico Luis Fernando Suárez y un sector de los jugadores.
Esa narrativa del cuento de hadas ya no se le cree nadie, excepto el psicólogo Felipe Camacho, quien de seguro sigue creyendo y propagando a los cuatro vientos que la Selección está para campeona mundial.