(MIÉRCOLES 12 DE MAYO, 2021-EL JORNAL). Marineros de Puntarenas y Escazuceña pierden la categoría como por arte de magia, como si fantasmas cínicos, macabros y juguetones quisieran aguarles la fiesta recién terminada la fase clasificatoria de la Segunda División.
El Comité de Licencias de la Federación Costarricense de Fútbol asegura que dichos equipos no podrán participar en el próximo torneo, porque incumplen requisitos, y no da detalles de cuáles son los aspectos en los que fallan, alegando confidencialidad del proceso.
Es asombroso. Increíble. Inaudito que dicho ente se aferre a ese argumento para salir a brindar una información incompleta. Aquí hay una total falta de transparencia de la Fedefutbol y su comité.
En la Segunda División de Costa Rica se suceden situaciones extrañas: qué más extraño que un fantasma. Por lo tanto, bien haría el Comité de Licencias en detallar por qué Marineros y Escazuceña incumplen, dado que hay mucho en juego.
En el aire se percibe un cierto temor de hablar por parte de los dirigentes de la segunda categoría, por el riesgo de sufrir represalias; sin embargo, me preguntó, con total ingenuidad, de dónde pueden venir esas represalias, si tanto la Fedefutbol como la Liga de Ascenso están para defender a sus agremiados.
Parece, entonces, que los fantasmas del pasado, que hicieron de la Fedefutbol la Casa de los Sustos y que con tanta frecuencia solía evocar Javier Rojas González, decidieron volver al fútbol para hacer sus apariciones aquí y allá.
Hoy, por ejemplo, la Primera División está a las puertas de que se pueda abrir un reclamo legal según sea el equipo que descienda, dada la forma de jugarse el torneo, con sus contradicciones, y ahora se abre este nuevo frente de Marineros y Escazuceña, que, de entrada, los deja en la lona.
Si por la víspera se saca el día, como decían sabiamente nuestros antepasados, a nuestro fútbol hay que sumergirlo en aguas cristalinas, purificarlo, engrandecerlo y darle vuelta a la ecuación actual, en la que suceden casos como el de Curridabat, que lo desaparecieron de la noche a la mañana.
Cada vez que pasan estas situaciones, da la sensación de que detrás de todo hay un prestidigidador, que en las sombras mueve los hilos a su antojo, y que se divierte con sus propias cábalas, sumas, restas y adminiciones, como si fuera un demiurgo implacable, que tiene la capacidad de bajar una pelota al piso con la maestría con que lo hacía Zidane, aunque en la siguiente jugada puede transformarse en Gravesen, y resolver todo con un planchetazo.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.