(SÁBADO 17 DE DICIEMBRE 2022-EL JORNAL). Es sabido que el Papa Francisco es un amante del fútbol y es hincha de San Lorenzo de Almagro, sin embargo, no ha dicho ni una palabra en torno a la final que se disputará este domingo 18 de diciembre entre Francia y Argentina.

Muchos, con las supersticiones de por medio, esperan el más pequeño signo que diera a entender que el representante de Jesucristo en la tierra aboga porque los albicelestes salgan campeones.

No obstante, hasta ahora, no ha habido ninguna manifestación al respecto. Nada directo ni indirecto. Silencio total. Y, de nuevo, los que ajustan cábalas y supersticiones entonces se pasan a la acera de enfrente y creen que no es un buen signo para Argentina. Tanto silencio abruma.

Que el representante de 2000 millones de creyentes, futbolero declarado y socio de San Lorenzo, no haya enviado ni una señal de que su país se puede coronar este domingo campeón en Qatar 2022, deja un cierto amargo en el aire para los agoreros.

Podría ser la constatación no de una neutralidad a la que llama su investidura, sino quizá a las dudas que tiene el Pontifice ante una final de la magnitud que se avecina.

Ese silencio. Esa calma. Ese distanciamiento que surge del Vaticano puede convertirse en un signo inverso y atentar contra los intereses de los dirigidos por Lionel Scaloni y las aspiraciones de Lionel Messi.

En esto del fútbol, en el que frente a un juego tan significativo como lo es el de una final, el Papa mantenga un silencio demoledor, es interpretado por los semióticos del Vaticano como una nube oscura que se ciñe sobre el horizonte argentino.

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