(MARTES 07 DE SEPTIEMBRE, 2021-EL JORNAL). La Federación Costarricense de Fútbol cometió un error de cálculo al despreciar al aficionado de a pie, al que va en bus al estadio, para el que puso entradas a ¢95.000 y ¢65.000.
El efecto, no obstante, refleja que ahí en la Fedefútbol ven el horizonte pero no comprenden su significado. Pensaron en llenar la caja con monedas de oro a cambio de sacrificar al bien más preciado que puede tener un país, una organización o un equipo de fútbol: su gente.
El actual presidente de Portugal ha sorprendido al mundo, porque un día alguien que estaba en un supermercado del barrio se quedó reparando en la imagen de un hombre con un carrito en pantaloneta celeste y sudadera azul con mascarilla quirúrgica esperando a que le cobrasen en la caja.
Era Marcelo Rebelo de Sousa, cuya popularidad, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los presidentes del mundo, en vez de disminuir ha aumentado una vez llegado al poder y es porque “El Profesor”, como se le conoce en Portugal, nunca se ha olvidado de los ciudadanos de a pie. Son, en realidad, la razón de ser de su gobierno.
En la Fedefutbol hicieron todo lo contrario, quizá porque no se enteran de lo que pasa en el mundo, y soñaron con que las entradas se vendieran en un santiamén, sin contar que estamos en pandemia y sin contar con que la Selección hoy, tristemente, no convence a nadie, ni siquiera al propio Luis Fernando Suárez, cuyo lenguaje gestual lo dice todo, aunque en conferencia de prensa quiera tirar de su verbo en un ejercicio vano de encantador de serpientes.
El verdadero patrimonio de un seleccionado o un equipo de fútbol son sus aficionados. La grandeza de Saprissa y Alajuelense no podría entenderse sin ellos. El Cartaginés, igualmente, hace gala de ello y así hasta el infinito.
El fiasco con las entradas ha sido una severa llamada de atención de los aficionados a la Fedefutbol, que, de una vez por todas, debería despertar, empezando por su presidente Rodolfo Villalobos, y aceptar que lo han hecho tan mal que las nota no les da ni para ir al repechaje o al famoso examen de reposición.
Cuando se olvidan las bases se flota en el aire incierto del autoengaño y la irrealidad, por eso el rebajo de las entradas es la admisión implícita de que las ocurrencias y la soberbia se pagan caro y de que el aficionado debe respetarse y contar siempre.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.