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¡Dios, dame contactos! … yo pondré lo demás

Rafael Ugalde*

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 17 DE MAYO, 2018-EL JORNAL). Ese día todo fue felicidad en la familia. A la derecha, Jonathan Mauri Carabaguías,  ganador de ¢160 millones por el premio Claudia Poll,  a su izquierda, su hermana y ministra de Deportes, Carolina Mauri. Ambos traslucen, según la foto cortesía del Miinisterio de Cultura, su inembargable alegría.

 Y no es para menos: Esa cifra subiría a  ¢233 millones; pues el Estado quedó obligado a pagar a favor del  atleta ¢37 millones por intereses y ¢13 millones más por   montos al valor actual del devaluado colón. ¡Felicidades muchachos!

¡Suave! No hay nada ilegal. Resulta que en marzo de 2014 dejó de existir una atropellada ley dictada por la Asamblea Legislativa para remembrar las hazañas mundialistas de la nadadora Claudia Poll y sus medallas olímpicas.

Mauri Carabaguías, había ganado una medalla de oro en la categoría de nadador ni muy joven, tampoco adulto mayor, le negaron el reconocimiento,  acudió  a los Tribunales de Justicia y allí condenaron al Estado a pagarle la suma principal del premio, los intereses y la indexación.

Hasta allí la trama de un escandalillo de novela que trascendió nuestras fronteras, que ya enterraron. La cuerda no dio para mucho y el efecto lúdico no reportó mayores ganancias a los guardianes de la moral informativa.

Es decir, todos los análisis de este caso, rodeado de morbo, pues quien peleó el premio “Claudia Poll” es hermano a la vez de quien fue puesta en un cargo político, que la vez dicha ley se había derogado y  el premio debió fijarlo  un Tribunal de Justicia, no aguantaba mucho tiempo en la palestra de nuestro periodismo y, aunque lo mantuvieran  vivo unas semanas más, no iban a ir al meollo del asunto.

Jacques Sagot nos contaba una día de estos que el artista es ególatra por excelencia. A lo anterior agrego que no importa el arte que represente este pintor, este músico, este deportista, etc., siempre necesitará  de buenas  “conexiones” en las diferentes áreas, si quiere premios.

Muchos de los grandes premiados nacionales – usted ponga la disciplina que quiera-  solo trascienden dentro del espacio que hay entre Peñas Blancas y Paso Canoas; un universo muy pequeño, a mi entender, pero que sirve a los políticos, culturólogos y otras cuantas yerbas más, como referente de lo “grande” que somos.

Hay excepciones con lenguajes  universales claro está, pero son los menos. Si se quedan con nosotros, rápidamente sus gestas son olvidadas o desvaloizadas; si se van, muchos de ellos hastiados de ese mundillo tóxico de influencias en que no caben, con los años, cuando otros reconocen lo que no vimos aquí,  entonces los añoramos.

Carmen Lyra, Yolanda Oreamuno, Francisco Zúñiga, Chavela Vargas, Nora Taitelbaum, Alfredo Cardona Peña,  José León Sánchez, Vicente Sáenz, Eunice Odio, Crox Alvarado ….; mejor no sigo para no herir susceptibilidades de quienes conocen de letras, escultura, ensayo, poesía, periodismo etc., no sin antes preguntarles: ¿Recuerdan por cuál puerta del Saprissa salió don Keylor Navas?.

No recuerdo que Francisco Zúñiga, Taitelbaum, Cardona Peña, Claudia Poll, Francisco Rivas  o el propio Navas, hayan recurrido a Tribunal de Justicia alguno para hacer valer su calidad.

Por eso permanecerán en la historia, aunque repito, no faltarán quienes serrucharán las bases que sostienen sus Olimpos, donde estarán siempre, para igualarlos con los mediocres, que son incontables, y en las democracias, ustedes me han enseñado,  manda la mayoría.

*El autor es periodista y abogado.

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