La historia con las selecciones nacionales se repite en un incesante regreso al principio. El eterno retorno del fútbol nuestro, criollo, atado a suposiciones, a futurismos, al casi casi, al aún hay vida, quedan dos partidos… Es un pobre y previsible discurso que nos lleva a la nada.
Es un viejo y trillado discurso. Controlamos tramos del partido, dice el técnico Douglas Sequeira, pero un juego de fútbol es como una obra de teatro, no se puede analizar de forma parcializada, sino que hay que evaluar toda la puesta en escena.
En ese todo, una vez más, Costa Rica queda y debe. La mejor muestra es que a los dos minutos ya Estados Unidos, que dejó a seis de sus mejores figuras por fuera, ya había disfrutado de una opción clara de gol.
Ya basta de discursos reiterados y vacíos. La Sub 23 salió con temor. En el balance, se preparó un partido, por lo que se pudo observar, con base en la premisa de que el adversario era superior.
Qué triste nuestro fútbol. Es una diatriba que va y viene como las olas de la mar y que siempre nos deja tirados en la orilla. Extraviados, como si fuera un fútbol primerizo, Costa Rica erá el balompié de los Juegos Olímpicos desde el sofá.
Ha de pasar algo extraordinario ante México para que la Tricolor reviva sus aspiraciones, pero si por la víspera se saca el día, como decía nuestros sabios campesinos, estamos de nuevo en el desierto.
Si solo creyéramos en el potencial de nuestros jugadores. Les diéramos instrucciones básicas y que salgan a expresarse al terreno de juego, basado en que la técnica y el talento terminan por imponerse al orden y la disciplina, este fútbol vilipendiado por sus propios gestores, vería el horizonte desde la cima y no desde la bajura, como nos viene sucediendo desde hace ya tanto tiempo en materia de Juegos Olímpicos.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.
