(JUEVES 27 DE ENERO, 2022-EL JORNAL). El fútbol de Costa Rica debe hacer el mea culpa y ha de aceptar que no se puede ir por la vida apagando incendios.
Este camino a Catar 2022 ha estado plagado de espinas por los muchos errores dirigenciales y la poca o nula planificación. Más allá de lo que pase esta noche ante Panamá, ya es hora de empezar a cambiar desde las raíces es sufrido y contradictorio fútbol nacional.
Más allá de si se clasifica o no al próximo Mundial, hay que cambiar los rumbos y apostar por un estilo dirigencial más profesional, en el que la improvisación sea la cuota que existe en todos los negocios.
Digamos que la ecuación en Costa Rica está invertida: hay más improvisación que proyeccioines sólidas a futuro. Así nos olvidados de renovar a la gloriosa Selección de 2014. Y nos volvimos a olvidar de refrescarla tras el Mundial de Rusia, de modo que cuando llegó esta eliminatoria arrastrábamos ocho años de indecisión.
Y en el fútbol moderno, en el que todo se planifica y todo se mide, hasta el número de movimientos de un jugador, no ya en un partido, sino incluso en los entrenamientos, Costa Rica no puede seguir anclada al siglo XIX.
La euforia no es buena consejera, por eso, sin importar lo que pase en adelante, se ha de abandonar la política de tapar goteras, porque llegará el momento en que tanto esfuerzo extra termine por hundir a todo el fútbol.
Las fórmulas del éxito están ahí: hay que volver a las ligas menores con responsabilidad, es decir, pagando a los entrenadores sueldos meritorios y que les permitan hacer su trabajo con absoluta tranquilidad.
Si se abona el semillero, habrá futuro. Y si al lado le das un nuevo valor al campeonato local, se van ajustando las cuerdas, tan necesarias para que haya una música que conecte con el mundo real y con el aficionado.
La tarea es inmensa, pero hay que impulsarla. De lo contrario, seguiremos en este eterno vacilón.