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Wright debe ser declarado el mejor técnico del torneo

(JUEVES 27 DE MAYO, 2021-EL JORNAL). Llegó como un apagaincendios y salió vestido de héroe. En siete partidos hizo de un equipo derrotado un equipo campeón. A un club sin alma y espíritu y al borde del precipicio, le devolvió jerarquía y abatió todos los pronósticos.

Hay mil maneras de alcanzar Roma y Saprissa lo hizo con gesta, con épica, con destellos de grandeza que antes no se le observaban a un conjunto abatido.

La victoria de Saprissa tiene nombre y apellidos: Mauricio Wright Reynold. Los méritos y las medallas para el técnico no son por haber ganado, sino por cómo ganó en momentos en que el cuadro morado era un barco a la deriva.

Otros entrenadores tuvieron la oportunidad de dirigir como sustitutos y tropezaron contra pared. Para empezar Roy Meyers, a quien no le pudieron salir peor las cosas. Gustavo Martínez tuvo la opción de al menos clasificar a San Carlos y tropezó en su intento. Geiner Segura arribó al Cartaginés cuando aún podía meterlo en semifinicales y cayó de manera estrepitosa ante la Liga, y al final también falló. Erick Rodríguez asumió al Santos de Marín y cuando tuvo que dar la campanada se quedó en el camino. En Limón, Daniel Casas recogió el testigo y no pudo ni siquiera terminar la temporada. Johhny Chaves tomó el relevo en Grecia y por poco no disputó de nuevo la liguilla por el no descenso. Paulo César Wanchope sustituyó a Chaves y tampoco pudo si quiera clasificar. Y Luis Marín logró llevar a Herediano a la final pero erró en el último capítulo.

De forma tal, que Wright en siete partidos contra Limón, Santos, San Carlos, Alajuelense y Herediano, estos dos últimos a juego doble, le dio al Saprissa lo que había olvidado: el peso de vestir esa camiseta por lo que representa históricamente.

Ningún técnico fue capaz de maximizar los talentos de su equipo como lo hizo Wright, quien entró a un camerino de “vacas sagradas” y caciques, y no le tembló el pulso para imponer su personalidad, a tal punto que obligó a ciertas figuras a neutralizar sus egos y a que se dispusieran a jugar con una perspectiva de equipo. La suma de las virtudes provocó una metamorfosis grupal que ayer terminó campeón ante un Herediano que nunca supo cómo sacar provecho de las debilidades de su rival.

Lo que hizo Wright no es menor. Sería un craso error verlo así. O evaluarlo como alguien que tuvo un golpe de fortuna. Su aporte va más allá, porque rescató el carácter que se ha de tener para pelear las grandes batallas. Y a partir de ahí dejó en el camino al que había sido, hasta antes de su llegada, el mejor equipo del certamen: Alajuelense, con su selecto grupo de jugadores. En el mano a mano con Andrés Carevic Wright le sacó una cabeza, como dirían en el lenguaje de la hípica.

La forma en que el Saprissa de Wright ganó no es convencional: fue con aires de aquellas gestas griegas, que tenían como sello la metáfora de lo imposible.

De modo que sin apelaciones ni mezquindades: Mauricio Wright Reynold debe ser declarado el mejor técnico del torneo y merece sentarse en el banquillo morado en el próximo Apertura.

 

Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez

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