(JUEVES 11 DE MAYO 2023-EL JORNAL). ¿Pueden dos equipos en un mismo partido perder los dos? Suena a broma de mal gusto y a torpeza semántica, pero aunque parezca increíble sucedió ayer en el Fello Meza entre Cartaginés y Alajuelense.
Los blanquiazules jugaron un primer tiempo de terror. Con una mala concepción del juego, una vez más, por parte de Paulo Wanchope y su cuerpo técnico, al salir con dos laterales sin nivel para jugar en el Cartaginés como son Brandon Bonilla y Jordan Smith.
En los primeros 30 minutos, la Liga pudo haber liquidado la serie e irse de vacaciones el sábado, para volver con frescura y jugar la final de esta segunda fase.
Wanchope, otra vez, no dio la talla en un partido grande: era el juego para que su equipo demostrara que es serio aspirante al título y, en vez de ello, la defensa fue tan endeble que Carlos Mora y Suhander Zúñiga entraban como Pedro por su casa.
Si ya al minuto cinco, Wanchope había detectado que se había equivocado tremendamente con Bonilla y Smith, por qué esperó hasta el 37 para incluir a José Luis Quirós, quien demostró que es diez veces más que el lateral izquierdo elegido por el técnico.
Pésimo manejo de Wanchope, lo cual revela que todavía le quedan muchas horas en el banquillo para convertirse en el técnico que todos queremos: con jerarquía, con lecturas precisas del juego y con el atrevimiento suficiente para variar el guion antes de que el adversario lo destroce en el campo.
Allen Guevara no estuvo en el juego. Divagó por la gramilla del Fello Meza y jugó 70 minutos. Mientras Luis Ronaldo Araya se desesperaba detrás de la línea de cal.
Alajuelense también perdió en el partido de ayer, porque si bien el 2 a 2 le da ventaja por la regla del gol de visita, evidenció que al equipo le cuesta manejar los partidos en momentos clave.
Ante un rival más competitivo, como puede ser el Saprissa, la Liga hubiese salido con un saldo negativo.
Los manudos, si se toparon con un oponente que hacía agua en su defensa y estaba más que confundido y listo para que lo rematarán por completo, no debió haber concedido un empate, porque fue demasiado premio para un Cartaginés de cristal: frágil y blando.
