(LUNES 14 DE FEBRERO, 2022-EL JORNAL). Como una mantra, la letanía se repite en el rito religioso y popular, hasta el cansancio, hasta que alguien levante la mano y diga: sí, dos más dos son cuatro, lo que en fútbol equivale a decir que lo que interesa es el resultado.
Ayer Saprissa se aferró a la letanía de la resistencia. Resistir cada segundo, cada minuto, cada instante, en espera de que su portería se quedara en cero, porque no parecía haber un plan B en caso de recibir un gol, y rezar para que los dioses del fútbol le concedieran una acción que terminara en la red, como en efecto sucedió en el minuto 96.
Es, desde la letanía del resultado, un triunfo sin objecciones, labrado con el buen posesionamiento del equipo, con el buen manejo de la pelota como medio de defenderse con ella para evitar desgastes mayores, y como medio para ir creando en el rival esa incertidumbre y esa fatiga de que no había caminos para llegar a la anotación.
En la propuesta entre entrenadores, Iñaki Alonso sacó partido y superó a su joven colega Albert Rudé, que, como dirían en España, tiene la fortuna de que se vino a Costa Rica a hacer un Erasmus, es decir, un posgrado con beca incluida.
Ante un Saprissa cerrado, ya lo había hecho Mauricio Wright en el Morera Soto y había sacado dividendos, Alajuelense no presentó alternativas. Le faltó velocidad, precisión, sorpresa y riesgo y, por lo tanto, se volvió un equipo previsible que no resistió el zarpazo final.
Ahora veo, con asombro macondiano, que algunos buscan restarle méritos a Saprissa. ¿Qué parámetros utilizan? ¿Qué fútbol ven? Saprissa salió por la puerta grande porque se labró el triunfo con tesón, con un equipo solidario a la hora de recuperar la pelota, con figuras a las que les sobra colmillo, como Christian Bolaños, y por la virtud de la constancia a lo largo de los 97 minutos.
¿Y el azar? ¿La fortuna en las acciones decisivas que tuvo la Liga? El azar y la fortuna son dos invitados constantes del fútbol, están en su ADN.
Quienes siempre se aferran a la letanía del resultado, ahora no pueden argumentar que la victoria de Saprissa es inmerecida, eso solo revela su miopía y su poca o nula anchura de miras al poner los puntos sobre las íes, y hay que reconocerlo, esta vez sí sucedió, no fue un sueño, ayer desde el punto de vista táctico y estratégico, Iñaki Alonso dio, en el esplendoroso marco del Estadio Nacional, su anhelada ‘Master Class’.