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Rosario de penurias moradas

(JUEVES 07 DE ABRIL, 2022-EL JORNAL). El gran problema de Saprissa en la actualidad es que no sabe a qué juega. Saprissa no sabe a dónde va. Y en ese ir sin rumbo ya es fácilmente superado en su propia casa. Anoche Guanacasteca, como lo dijo su entrenador, Luis Fernando Fallas, fue mejor, pero no hacía falta esa afirmación, porque se pudo observar con facilidad en la cancha.

A Iñaki Alonso, que es un tipo que se ha hecho querer en el vestuario, se le empieza a acabar el crédito. Y es que Saprissa es hoy por hoy un equipo desconocido. No es fuerte en  ninguno de los sectores del campo. Y tampoco destaca en las dos principales facetas del fútbol: ni cuando tiene la pelota ni cuando tiene que ir a recuperarla.

Saprissa es una caricatura de sí mismo. Un equipo en el que los goles llegan a cuentagotas, en el que en ausencia de uno o dos jugadores hay enormes desequilibrios.

Cuando falta Waston queda un callejón por donde puede pasar todo el tráfico de San José en hora pico. Kevin Espinoza no ha logrado llenar el vacío para el que fue contratado.

Más allá de estos detalles, la mano de Alonso no se ve por ningún lado, a pesar de que los futbolistas defienden sus metologías modernas y su empeño en cada entrenamiento.

Es una contradicción que el buen trabajo de la semana no se vea reflejado en cancha.

El gran desafío de Alonso es que está en un equipo con historial muy grande y que no puede conformarse con andar por ahí con nadito de perro: hoy sí , mañana no, pasado mañana tal vez.

Además de los ajustes para que el Saprissa se comporte como un conjunto en cancha–  porque en algunas fases parece tres equipos: la zona alta totalmente descolgada de la media y entre esta y la defensa hay un abismo–, Alonso debe demostrar que está en condiciones de mejorar la propuesta colectiva, pues de lo contrario, que vuelva a comprar los billetes de regreso a España por aquello de un despido antes de tiempo.

Saprissa hoy es un equipo desconocido, sin jerarquías, sin poder ofensivo y endeble, muy endeble atrás, en el que la influencia del técnico no se ve por ningún lado, al tiempo que la dirigencia debe reconocer que la plantilla es corta en muchos puestos, y que en relación con otros adversarios los morados tienen poco para competir.

La Cueva Morada cada vez es más irrespetada, porque los rivales huelen la ‘sangre’ del otrora poderoso e invencible Saprissa. Del poder y orgullo no queda nada.

Hoy, más que gloria en el Ricardo Saprissa, lo que queda en el campo tras los juegos es un rosario de penurias y de dudas que si extendiesen en línea recta llegarían con pasmosa facililidad hasta el Vaticano.

Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FxD y en EL JORNAL

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