(MARTES 04 DE MAYO, 2021-EL JORNAL). Que siga el carnaval. Que siga el vacilón. Estamos en Tiquicia. Que no en Costa Rica. Costa Rica, otrora aquel país de avanzada en cultura y educación, fue desaparecido por la inercia de los políticos mediocres que se han sucedido en las últimas tres décadas.
Hoy solo queda Tiquicia. O como aún, como diría Miguel Salguero, Targuá. Sí, quizá en el país de Targuá las cosas se hagan mejor.
Ese vacilón que es el país repercute en el fútbol. A la Liga le avisaron a la 1:30 p.m. de la suspensión del partido programado contra el Sporting el lunes 3 de mayo.
Falló el gobierno al comunicar tarde la medida a la Federación, porque a partir del primer fallo la cadena se amplió.
Como recalca la Unafut, en las medidas adoptadas por el Ejecutivo, se hablaba de establecimientos con atención al público, pero en todo caso, si se iba a suspender, debió de hacerse con el tiempo que demanda un fútbol profesional.
Ahora todo se retrasará y esta situación debe de invitarnos a reflexionar sobre cómo se maneja la afectación del Covid-19 dentro del contexto del fútbol. En esta columna hemos reclamado que los equipos tienen que realizar más pruebas para que no lleguen sus futbolistas a ciegas en cuanto a su estado de salud, dado que enfrentan a rivales y como bien se sabe el balompié es un deporte de contacto, por lo que los contagios pueden aumentar si una de las partes está afectada.
Falló la Ministra de Deportes, Karla Alemán, que no tuvo la capacidad de interpretar una medida de su gobierno, y entre la consulta y la respuesta, se instauró la inacción.
Cuando pasan estas cosas no dejo de pensar en el poeta y ensayista Isaac Felipe Azofeifa, quien sostenía que somos el país del eterno carnaval.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.