(JUEVES 02 DE JUNIO -2022- EL JORNAL). El juego de hoy contra Panamá tiene dos caras más que claras: la de los canaleros, que ven el encuentro como una gran posibilidad de reivindicación, y la de los costarricenses, que tendrán la mente en el partido del 14 de junio.
Así de sencillo. Así de simple. Entiendo que de esa manera lo tramita el cuerpo técnico, que sabe a ciencia cierta que lo que pase hoy, más allá de ensayar algunos circuitos, estirar piernas y tener una especie de entrenamiento oficial, no tiene mayor relevancia.
El marcador, por ejemplo, si se cumplen los anteriores objetivos del cuerpo técnico, no tendrá mayor trascendencia. ¿De qué vale ganar el cielo hoy para estar mañana en el infierno?
Costa Rica debe de estar completamente concentrada en Nueva Zelanda, todo lo que hoy se haga en el partido ha de ir por esa ruta, en función de lo que representa el partido del 14 de junio en Catar.
La pasión hace que nos perdamos fácilmente, pero para ello existe, desde hace siglos, la estrategia militar de la que han bebido la estrategia y la táctica futbolísticas.
No es apelar al menosprecio, ni la holgazanería, ni a una superioridad mal entendida: no, no es eso, pero lo que importa es que el partido de esta tarde noche sirva de preparación para enfrentar a los neozelandeses, que al igual que los ticos sueñan con lograr una clasificación al Mundial.
Solo en ese marco es que el encuentro cobra una gran validez, pero darle cuerda a los aires de revancha del técnico Thomas Christiansen es un contrasentido.
El fútbol de Costa Rica se juega demasiado el martes 14 de junio como para gastar energías y tomar riesgos innecesarios en un partido que solo puede terminar en el mejor de los casos en una anécdota.
Catar es la meta y hacia ella ha de apuntar el cuerpo técnico y los jugadores, cualquier distractor hay que dejarlo pasar.