(VIERNES 15 DE OCTUBRE, 2021-EL JORNAL). El fútbol de Costa Rica debe empezar, ya, a rectificar su rumbo, pase lo que pase en la eliminatoria. La solución está a la vista y existen los recursos para redireccionarlos a las ligas menores, y aunque suene manida la ecuación, no hay otra.
En el fútbol no hay milagros. El milagro está en el día a día, guiado por técnicos competentes y amparados por un plan que les permita observar jugadores en todo el país, seleccionarlos y darles seguimiento hasta que den el salto a la Primera División.
Lo que pase rumbo a Catar 2022 debe convertirse, desde ya, en un tema circunstancial, toda vez que parece que ese tren lleva casi la mitad del recorrido, y lo que hoy se proyecta es incertidumbre.
Ya no cabe ni siquiera mencionar la mala o la pésima gestión realizada desde la Federación Costarricense de Fútbol en relación con la Selección Mayor. Me rindo. No vale la pena, porque ya no se puede enmendar, pero lo que sí se puede corregir y fortalecer es el trabajo con las ligas menores, no solo desde la Federación, sino también desde los clubes.
La mirada tiene que estar puesta ahí. Eso significa que deben destinarse recursos para infraestructura y capital humano.
El no hacerlo, es seguir invocando al carnaval y a la mentira. Es seguir apuntando al milagro, y ya sabemos que los milagros nos ocurren una o dos veces en la vida, y luego se da aquello que decía Juande Ramos: “Hay trenes que no tienen retorno”.
Costa Rica si piensa en grande y rescata el ideal de nación distinta en el mundo, puede convertirse en una potencia que exporte jugadores a ligas importantes, para convertir el fútbol en una gran industria.
Existe la pasión. Basta con visitar cualquier comunidad un sábado para ver las escuelitas de fútbol en acción. Y digo escuelitas porque trabajan con las uñas.
Olvidémonos de Catar 2022, pase lo que pase. Y empecemos a forjar el futuro con una revolución en las ligas menores. Esta revolución hay que hacerla con profesionales competentes, con presupuesto y con anchura de miras.
José Figueres Ferrer, que fue acérrimo enémigo de La Nación, pese a lo cual fue declarado por este periódico el hombre del siglo XX en Costa Rica, solía decir que conforme se subía la montaña, se ensanchaba el horizonte. Es decir, desde la cima el panorama cobra otra dimensión.
Abrámosle ese horizonte a los jóvenes del país que aman el fútbol, pero que requieren orientación para que surjan sus grandes capacidades.
Y si para abrirles paso los que hoy dirigen tienen que irse, que se vayan, y que se vayan ya.
Olvidémonos del Mundial Catar 2022 y centremos los esfuerzos en los niños y adolescentes para dejar de parecer conejillos de indias ante equipos que hace una década temblaban con solo recordar que tenían que venir a jugar a Costa Rica.