(JUEVES 18 DE NOVIEMBRE, 2021-EL JORNAL). Lo hecho por Vinicius Jr no es solo una lambretta, es un homenaje al fútbol que ya no es. Hoy el fútbol se juega por muchos robots vestidos de pantaloncillo, con un chip de Microsoft entre sus indumentarias, al tiempo que viven temerosos de intentar un regate y perder la pelota.
Es la sombra del industrialismo. Y en medio de esa desazón, de tener que ver partidos en los que cada cinco minutos nos dicen los metros o kilómetros recorridos por este o aquel jugador, la creatividad, el talento y la imaginación son recursos del pasado.
El dilema brasileño de qué hacer con cinco dieces para el Mundial de México 70, a saber: Rivelino, Gerson, Tostao, Jairzinho y Pelé, no se volverá a repetir nunca más en el fútbol.
Así que la proeza de Vinicius Jr, menospreciado por los fanáticos que no saben ver el talento en ciernes, va más allá de un lujo: es un reclamo y una pleitesía a ese fútbol que nació en los potreros y que tenía como lema la diversión, el encanto, al tiempo que no se olvidaba el objetivo mayor de este deporte: el gol.
Recuperar la fantasía, de la que tanto han hablado Menotti, Kappa, Valdano, así como Cruyff y Telé Santana (fallecidos) es imprescindible para un fútbol al que le falta ese aire de creatividad y le sobran estadísticas, jugadores previsibles, creados en los ordenadores de Bill Gates y promocionados en las plataformas infinitas de Google.
El fútbol tiene que salir a buscar a los Vinicius Jr que están esperando en algún rincón de Río de Janeiro, Sao Pablo, Buenos Aires, Asunción, Lima, Ciudad de México, San José, una oportunidad para dar el salto al fútbol profesional, que hoy carece de ese ADN de la gambeta, del regate osado, en fin, de la imaginación desbordada.
La lambretta de Vinicius no fue un capricho, ni una simple jugada, sino una expresión del fútbol arte. Ese es el que hay que rescatar y poner en el pedestal que se merece.
Por eso Guardiola, aunque no siempre gane con todos sus millones, mantiene viva la llama de ese otro fútbol, que premia la técnica y la inteligencia.
La magia de Vinicius es el espíritu que hoy requiere el fútbol: ya vale la pena ver los juegos de la Canarinha solo porque está Vinicius, que hoy es alumno de Neymar, quien en su oportunidad recogió el testigo de Ronaldinho, quien era todo fantasía, de Ronaldo, de Zico, de Sócrates, Dios, mío, qué pasó con el fútbol brasileño que se fue por la corriente del ‘gatusismo y del ‘dunguismo’.
Que vuelan los cinco dieces, que vuelva el espíritu de Cruyff que regateaba al adversario y no contento con la finta, volvía para corregir ese regate y hacerlo mejor.
Ese es el fútbol que me interesa. El otro, el de Google, el de Gates y robotizado, que pase de largo.