(MARTES 30 DE NOVIEMBRE, 2021-EL JORNAL). En 1953, cuando el mundo todavía no se reponía ni por asomo de la desolación de la Segunda Guerra Mundial, se le otorgó el Premio Nobel de Literatura a Winston Churchill, ese perro de traba que había sido clave para que los aliados derrotaran al Hitler.
Como político, Churchill había sido inmenso. Como literato, era un buen periodista.
Hoy, medio siglo después, ha sucedido algo similar, cuando France Football le entrega el Nobel del balompié a Lionel Messi, más por lo que ha sido, que por lo que es, mientras Robert Lewandowski veía atónito pasar tan cerca la caravana triunfal.
Se dice que Messi merecía el balón de oro por la Copa América. En el ranking de los torneos internacionales y siendo muy benevolente, este sería el orden: Mundial, Eurocopa, Champions y Copa América.
Es decir, por ganar un cetro en un torneo de cuarta categoría, recibe el galardón.
Es una farsa, hay que decirlo. Y al propio Messi le da vergüenza tanto halago innecesario. Con la culpa a flor de piel, prácticamente le pidió disculpas a Lewandowski, al tiempo que le sugería a France Football un premio especial -2020—para el polaco.
Vivimos tiempos en los que eso que Mario Benedetti llamaba “el ejercicio del criterio” se fue por el despeñadero.
Hoy buena parte de la prensa mundial no sabe distinguir entre un camello y un dromedario y así, ya no se sabe de qué color son las cosas.
Forzar un premio inmerecido para un grande como Messi lo que hace es opacar su carrera, lejos de darle brillo.
En 2014 le entregaron el premio de mejor jugador del Mundial de Brasil 2014 y el gesto del argentino fue de total asombro. Además, para qué ese reconocimiento, si acaba de perder la Copa del Mundo en tierras de Pelé.
En el mundo del fútbol se venden toneladas de humo al por mayor. Ahora fue la prestigiosa revista France Football la que encabezó esta cruzada.
Al paso que vamos, así como en este 2021 Abdulrazak Gurnah, escritor tanzano, ganó el Nobel, no sería extraño que en el 2022 el mismísimo Messi sea el candidato, y se convierta así en el nuevo Churchill de las letras universales.
El absurdo. Es la asunción del absurdo lo que hoy reina en el mundo.