(LUNES 23 DE MAYO -2022- EL JORNAL). En el mundo del fútbol actual hablar de amor a la camiseta es una ingenuidad. Hace mucho que este deporte es un negocio y como tal se rige por sus leyes, destacándose por encima de todas las del capitalismo que se apega al dejar hacer, dejar pasar.
La renovación de Kylian Mbappé por el PSG ha supuesto, una vez más, esa ley del mercado de la oferta y la demanda. En medio no hay traición, no hay sueños, no hay retórica, lo que hay son petrodólares y estos son los que mandan.
En la red hay informaciones sólidas de que el próximo Mundial se adjuicó en condiciones muy oscuras, porque Catar pretendía darle un valor agregado a su imagen y disimular muchos hechos inenarrables que suceden en el emirato.
Así que nada de reproches a Mbappé: eligio jugar en un club menor al Real Madrid y eso se respeta aunque se entienda poco. Prefirió la gloria de los millones a la gloria deportiva, pero es que esta última tampoco entra en la contabilidad, en la contabilidad solo ingresan los millones de millones por los siglos de los siglos.
En el fútbol, al margen del negocio, sí hay mucha hipocresía. A raudales. Ahora que Puntarenas ascendió a la Primera División veo y oigo decir que “la Primera necesitaba a Puntarenas, y que Puntareanas a la Primera”.
Nada, Puntarenas dejó de existir durante ocho años, ahora vuelve a la palestra, pero a nadie fuera de la provincia le interesaba. Y si les interesaba no hicieron nada. Ni una nota marginal en la página de obituarios.
Volviendo a los negocios del fútbol, Florentino Pérez, que es un hombre del siglo XX, se equivocó al transar con una familia y un jugador del siglo XXI, para quienes la palabra no significa nada. Lo que verdaderamente cuenta son los papeles, y en este apartado, Pérez pecó de ingenuo y de bonachón, extraño en él, acostumbrado a llevar las negociaciones al límite.
Mbappé no irá al Real Madrid y en medio, insisto, no hay sueños rotos, ni proyectos deportivos, ni presiones de Estado ni principescas, lo que hay es dinero y a un club-Estado como el PSG se le caen los millones por doquier, con la complicidad absoluta de la UEFA, que sí le exige al restante 99 por ciento de los equipos profesionales el fair play.
El sábado perdió el Real Madrid, pero en el mismo bando están el Bayern Munich, el Barcelona, el Milan, que volvió al cetro, porque no se puede competir con la cascada de millones provenientes de Catar y Arabia Saudí.
Esto son negocios, y en los negocios triunfan los poderosos, por las buenas o por las malas. No nos engañemos, porque lo demás son tonterías y yo me dedico a esto, como diría el genial Emilio Duró.