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Las lecciones de los obedientes

Las protestas volvieron a París hoy. (Foto tomada de Facebook Live de El País).

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 08 DE DICIEMBRE, 2018-EL JORNAL). Posiblemente el capital de las  mayores 20 economías mundiales  opacó las masivas protestas alrededor del orbe por treinta años de neoliberalismo, que sigue profundizando la miseria y la exclusión social sobre el globo terráqueo.

El anfitrión de la reunión del llamado grupo G 20, Mauricio Macri, soportó  multitudinarias protestas de estudiantes, amas de casa, obreros, aborígenes, entre otros, durante los días que duró la cumbre en Buenos Aires, Argentina, disimuladas “olímpicamente” por la matriz informativa.

La realidad concreta es  que ni  siquiera un préstamo de $ 50 mil millones aprobado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) paró las articuladas protestas en toda Argentina, donde exigieron “basta ya de impuestos”; “no más miseria”, podían leerse en pancartas.

Según voceros de estas protestas, Argentina en un período de menos de cuatro años, registra una regresión en sus condiciones sociales a los años 90, caracterizada por “ el hambre”, la “pauperización del empleo” y  el intencionado deterioro de la educación y la seguridad social, dirigido para que la empresa privada se haga cargo de esos servicios.

Como si el nuevo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se hubiera puesto de acuerdo con el pueblo argentino, las protestas en Suramérica giraron en torno a la exigencia de sacar  la economía y los tecnócratas  de  las grandes decisiones políticas de los gobiernos.

Tanto para López Obrador, que no estuvo en el G20, como los asistentes del Foro de los  pueblos de América Latina y el Caribe,  que se celebró por invitación a  las organizaciones sociales hemisféricas, paralela al G 20, condenaron la supeditación de la política y la democracia  a las recetas económicas, que acaban, materialmente,  con el llamado  Estado Social de Derecho.

El “colaboracionismo”  entre los principales poderes de las naciones –Legislativo, Ejecutivo y Judicial- hace  que el 10% de la gente más rica controle más del 90% de toda la riqueza producidas en las nacionales Latinoamericanas, según el actual modelo económico.

López Obrador en su discurso de toma de posesión fue muy gráfico- la gran prensa atenuó las duras críticas al modelo vendido en su país durante 36 años- cuando hizo un recuento sobre la corrupción, la inseguridad y anunció medidas urgentes contra el creciente empobrecimiento y desempleo en México.

Activar zonas fronterizas, desterrar de su país las semillas transgénicas que atentan contra la soberanía alimentaria, aumentar ingresos a los menos favorecidos  y devolver los egidos a los campesinos (parcelas) fueron parte de la “protestas” realizadas por el nuevo gobernante

MACRON CONTRA  LAS CUERDAS

Ni siquiera en Francia, nación con añeja tradición colonialista, funciona el modelo que día y noche promueven cámaras privadas, medios de comunicación y la clase política, en general. Estando en el G 20, el presidente “socialista”   francés Emmanuel Macron no ocultó en su cara el disgusto (su rostro lucía desencajado), cuando fue puesto al tanto de las multitudinarias protestas de los “chalecos amarillos” en todo el país.

Cuatrocientos detenidos y unos 100 franceses heridos o afectados por gases lacrimógenos dejó el balance  de la articulada protesta de ciudadanos contra el aumento en el precio de los combustibles, los bajos salarios, el recorte del gobierno en gastos sociales, entre otros.

Aunque Macron en un intento desesperado prometió suspender temporalmente el incremento en el valor de los energéticos, “los chalecos amarillos” anunciaron que seguirán en las calles protestando contra las medidas neoliberales. Dijeron que posiblemente se unirán pronto estudiantes y campesinos.

La falta de una articulación del descontento social (maestros, amas de casa, padres de familia, campesinos, estudiantes, asalariados, etc.), en pro de una profunda transformación socioeconómica que lleve a rescatar la soberanía pérdida, enriquezca y profundice la democracia tradicional,  favorece una y otra vez los falsos líderes de izquierda y  la imposición del modelo.

 

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