CRÓNICA
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 16 DE MARZO, 2017-EL JORNAL). Me lo encontré a eso de las 6 a.m. de hoy jueves 17 de marzo, mientras yo caminaba como parte de mi ejercicio semanal. Salía del cafetal con dos ramas secas que llevará a su esposa Olga, porque ella, me dijo, “como yo ya estoy viejo, me chinea”.
Es Noé García, que está a la vuelta de cumplir 85 años y por nada del mundo se queda en la cama más allá de las cinco de la mañana. Es vecino del Barrio San Martín, un kilómetro al oeste de San Ignacio.
En su vida realizó varias labores, pero una de las que más disfrutó fue su faceta de agricultor. Era un buen sembrador. Tuvo viveros, pero, ahora, porque le duele la cadera derecha ya no puede trabajar.
“Estuve en tratamiento y en un momento dado me dijeron: tenemos que operarlo y dije que no, porque o uno queda muy bien, o queda en una silla de ruedas”.
Ahora, en este rumbo a los 90 años, Noé no pierde su sentido del humor y su infinita curiosidad.
“Yo no puedo estar sin hacer nada, entonces, me pongo a hacer artesanías de cosas que me gustan y muchas de esas artesanías se las regalo a mis nietos, que me quieren mucho. Aunque otras las vendo”.
Caminamos despacio cerca de 500 metros, conversando, mientras en el horizonte el sol iba despuntando y pintando de amarillo encendido el horizonte que miraba hacia el oeste.
Mientras vamos dando pasos lentos, porque Noé ya no ve muy bien, como reconoce, me cuenta que en un momento dado de su vida el alcohol lo estaba matando.
“Yo llegué a un punto en el que le dije a Dios: ‘haga algo por mí, porque yo no quiero morir así”. Y agrega que ya no podía, que el alcohol lo doblegaba.
En ese entonces, cuando tenía 41 años, se topó con Ivo Monge, empresario de buses, quien le dijo: “Noé, por qué no se viene a las jornadas de vida cristiana, es que a mí sí que me duele verlo tirado ahí en la Vuelta de Nardo como si fuera un zorro. Usted se merece mucho más que eso en la vida”.
Y siempre caminando, caminando, remata: “Dios usó a Ivo para darme el mensaje. Hice la jornada de vida cristiana y no volví a tomar nunca más. De eso hace ya 44 años”.
Noé, a quien sus vecinos lo quieren mucho por su don de gentes, acotumbra cada vez que produce ayotes, culantro, chachoyes o alguna fruta, a compartiles su cosecha.
Y entonces, cuando llegó la hora de despedirnos, me invita a entrar a su casa. Son las seis pasaditas.
Y ahí me muestra la mandolina hecha con una jícara, las cocinas de leña, los bueyes, los faroles,las casitas, una marimba, con la que se toca una pieza y le da ritmo y vida a su creación.
“Las hice con una madera que me regalaron. Me ayuda mucho estar entretenido. Yo no puedo estar sin hacer nada, aunque ya estoy viejo, muy viejo, pronto voy a cumplir 85 años”.