(VIERNES 21 DE ENERO, 2022-EL JORNAL). A siete días del crucial juego ante Panamá, salen por aquí y por allá nombres de jugadores que podrían llegar con el milagro bajo el brazo y hacer de salvadores de la Selección Nacional.
Es una operación discursiva que se entiende: nosotros los seres humanos siempre necesitamos esperanzas. En ese sentido, el bolero es una radiografía humana extraordinaria, porque siempre hay ese anhelo eterno de que nuestros amores perdidos vuelvan, en un giro del guion que solo se puede entender mientras la melodía suena.
Después de que cesa la música, volvemos a la cruda realidad: y la realidad muchas veces es el desierto, la nada, el paisaje inmenso que solo retrata nuestra pequeñez.
Este panorama bolerístico es mucho de lo que le pasa hoy a la Selección Nacional. No hay hacia dónde mirar y es cuando invade la nostalgia de aquellos días idos en los cuales las grandes gestas eran posibles. Como el 5 a 2 en el juego ante Guatemala camino al Mundial 2002 de Corea y Japón.
Nos aferramos a ese pasado porque si examinamos con profundidad el presente comprendemos que hay pocas cartas para superar a los panameños. A siete días del partido, por lo tanto, no hay que esperar milagros de ningún tipo, ni sorpresas en la convocatoria.
El tiempo, el implacable, ya se nos escapó: ahora la Selección tiene poco margen de maniobra, con los jugadores concentrados, más los “legionarios” ya conocidos, hay que enfrentar este 27 de enero.
Aquellos días en que la Tricolor tenía de dónde escoger y era viable contar con un once estelar de lujo, más cinco cambios de gran calidad, ya pasaron, solo son recuerdo y en esa medida van camino a convertirse en un bolero futbolístico para rememorar en las tardes hermosas de este verano perpetuo que es Costa Rica.
Soñar, por ende, con grandes gestas es solo acercarse, también, al tango de poesía y arrabal, que siempre recuerda para mitigar el sufrimiento, pero que en el fondo del alma intuye que esa batalla está perdida.
La realidad de nuestro fútbol hoy va camino a la decadencia: el mejor ejemplo es que Saprissa acaba de traer un jugador de Panamá –Víctor Medina—porque al parecer es una gran promesa.
El mundo al revés, quien conozca la historia de Saprissa debería escandalizarse con hecho, porque al equipo morado lo hizo grande su cantera, donde salían futbolistas de sobra para cada uno de los puestos.
Entonces, si nuestro fútbol vive hoy en el desierto: ¿cómo pedirle que este 27 de enero resurja de las cenizas al igual que el Ave Fénix?
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FxD y en EL JORNAL