SÉPTIMA ENTREGA

Por Carmen C.

(MARTES 28 DE MARZO 2023-EL JORNAL). Aunque Danilo había imaginado tener un futuro seguro al lado de su esposa y los hijos que habían planeado, tuvo que enfrentar tres años después de su boda la muerte repentina de su pareja y asumir la responsabilidad del cuidado de sus dos hijas pequeñas.

Danilo, hombre joven, bien parecido, compraba ropa en Estados Unidos y la vendía fácilmente a conocidos y amigos. Vivía en una casa pequeña al lado de la familia de su esposa, la misma que compartió con ella desde el día de su boda; ahí se sentía seguro participando con su suegra en el cuidado y educación de sus hijas, a pesar de que los recuerdos y ausencia de su mujer le robaban la paz.

Un año después de la muerte de su esposa, Danilo conoció a Luisa, quien despertó en el un sentimiento especial, pero tenía miedo  de que su suegra cuestionara su amor y en cuanto a Luisa, además de la oposición de sus padres y los consejos de su amiga Julia, no estaba segura de ser capaz de  asumir el papel de madrastra y cumplir con  las expectativas del posible compañero de vida. Ella era una joven universitaria, sin hijos, nunca podría ocupar el lugar en la casa de una mujer que un día fue una madre y esposa perfecta.

A pesar de los temores, cada 15 días la pareja compartía una noche en un cuarto de hotel capitalino alrededor del mercado central, cada uno a su manera se las arreglaba inventando compromisos inexistentes para sus encuentros clandestinos, relación que supero muchos obstáculos a lo largo del tiempo que estuvieron juntos.

DANILO SIEMPRE DECÍA

A menudo, Danilo repetía: sé que te quiero y me siento bien a tu lado, nos amamos por mutuo acuerdo, pero no puedo dejar a mis hijas, por promesas que no puedo cumplir, ellas ocupan el primer lugar en mi corazón y eso nunca cambiará.

Luisa quería un esposo sin compromisos, conoció a Fernando se casó con él tuvieron dos hijos y seis años después se divorció, regresó con Danilo, quien siempre la esperó y reanudaron la relación; pero siempre en las mismas condiciones: él esperando que ella aceptara sus condiciones y se fueran a disfrutar como familia y ella esperando que él superara el pasado y dejara que ella ocupara ese primer espacio en su corazón.

La relación se mantuvo por 17 años más, siempre en el mismo hotel, con las mismas discusiones y entregando su amor por mutuo acuerdo, hasta que un día la inquieta de Luisa tomó la decisión de casarse nuevamente con un hombre que le ofreció lo que Danilo no podía prometer.

Hoy, Luisa continúa con su compañero, aunque añora el amor de Danilo, quien sigue solo, pero no le faltan motivos para ser feliz, recordando los buenos momentos vividos y disfrutando del amor y cariño de sus nietos.

Y me pregunto Querida Amiga:

¿Por qué si verdaderamente amamos, no tenemos la capacidad de enfrentar nuestros temores y aceptarnos como somos, sin tratar de cambiar en el otro lo que no se puede o se debe?

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