(MIÉRCOLES 15 DE DICEIMBRE, 2021-EL JORNAL). Quien no siga la Copa del Rey, la Copa Alemana, la Copa Italia o la FA CUP se pierde de aquel fútbol de antaño pero jugado en el presente.
Cada vez que veo uno de esos torneos, me pregunto cómo es que no existe la “Copa Costa Rica” o la “Copa Presidente”, en las cuales los equipos de la primera división aficionado podrían recibir la visita de los grandes de nuestro fútbol y darle una dinámica extraordinaria a nuestro balompié.
Ayer en la Copa del Rey volvió a erigirse como figura Jose Juan, así, sin tilde, portero de 42 años del Alcoyano. Ya había hecho historia ante el Real Madrid de Zinedine Zidane. Ver a la gente ‘invadiendo’ el campo y festejando con jugadores que no son profesionales, pero que habían dejado en el camino al Levante, es una imagen que invita a esa mezcla del fútbol profesional con el aficionado.
Costa Rica podría revitalizar su fútbol si es capaz de organizar, en toda su dimensión un torneo de copa, que sirva de estímulo para que descollen nuevas figuras en los equipos tradicionales, que, eso sí, tendrán que asisitir a los juegos con al menos seis jugadores titulares de su plantilla.
Rescatar esa cercanía de los aficionados con los futbolistas profesionales y darle a los jugadores aficionados la posibilidad incluso de enfrentar a sus ídolos, es algo que han entendido muy bien en España, Inglaterra, Alemania e Italia, entre otros países.
La final está a las puertas de disputarse mañana y el domingo, pero una vez que acabe, solo resta esperar el Clausura, mientras que si se tuviera una copa habría un incentivo adicional para los equipos de la Primera y Segunda División, así como los de la primera aficionada.
A nuestro fútbol le faltan muchas iniciativas: lo extraño es que vivimos en tiempos de Internet en los que es más que fácil informarse y ver las buenas prácticas que en cualquier campo se realizan en otras partes del orbe.
La “Copa Costa Rica” debería ser una realidad en un corto plazo, máxime que no sabe si el camino al Mundial de Catar terminará por ser más amargo de lo esperado.