(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 15 DE OCTUBRE, 2020-EL JORNAL). “El que duda no ama”, dice un verso del poeta costarricense Carlos Rafael Duverrán y en él resume de forma magistral la condición del ser humano.
Hoy, que casi todo se ha reducido a táctica y estrategia, la confianza en el fútbol sigue siendo un valor de oro.
Es un elemento que se tiene en un segundo plano, pero cuando se cuenta con él, tanto en el fútbol como en la vida, hay más luces a su alrededor.
Le está pasando a James Rodríguez en el Everton con Carlo Ancelotti como escudero de su talento. Lo vive también Thibau Cuortois en el Real Madrid, donde hoy es indiscutible en la portería, a pesar de que en la primera temporada se escucharon voces que decían que la camiseta le quedaba muy grande.
Es lo que le pasa a Antoine Griezmann cuando participa con su selección. Se le ve brillo a su juego y su rendimiento cambia de manera radical. Didier Deschamps sabe dónde ubicarlo y le respeta eso, acaba de decir el delantero.
La confianza se lleva en la mente. Ahí radica todo. Lo cual vuelve a confirmar que es falso que el fútbol se juegue con los pies. En realidad ningún deporte se juega como parece, porque primero está la condición mental.
La mente de Maradona en el campo era superior a cualquier adversario. Eso se rubricaba con técnica, pero antes, en el vestuario, Maradona se repetía para sí mismo que era el mejor del mundo. Salía al campo y se hacía el milagro.
Confianza es lo que falta hoy en la Selección Nacional. Nadie cree en que la Tricolor esté en condiciones de ganarse un cupo a Catar 2022. El discurso de la confianza, por ende, tiene que empezar a surgir del técnico Rónald González.
A partir de ahora, González debería ser el embajador de la confianza del seleccionado y propagar esta idea por los espacios siderales y digitales. A González le toca ser el evangelizador de la religión que debería acompañar a su equipo en adelante: la confianza. Que la idea de la confianza aparezca hasta en la sopa. Que sature el aire y las ondas de confianza.
Una vez instaurado este artefacto mental, viene el trabajo fuerte en los aspectos físicos y tácticos, pero no al revés, porque aquí el orden de los factores sí altera el producto.
Cuando un jugador recibe la camiseta del seleccionado tiene que saber que hay un aura que le protege, que lo acompaña y que le hará ser diligente en los desafíos que le esperan.
La confianza tiene que ser el faro que ilumine a la Selección en el escabroso camino que le separa de Catar 2022, porque sin ella volveremos a los tiempos oscursos en que veíamos el Mundial con emociones ajenas de por medio: para apoyar a Brasil, Alemania, Italia o Argentina, según el gusto futbolístico de cada cual.
Esa confianza, sin embargo, no es gratuita ni bajará del cielo. Debe empezar por el técnico, quien a su vez tendrá que gozar del pleno respaldo de los dirigentes, los mismos que tantas veces se comportan como títeres y mercaderes, y siempre dispuestos a bajar la guillotina cuando sus intereses se ven amenazados.
*Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.