(SAN JOSÉ, 14 DE ABRIL, 2013). Estoy pasando por la recta de cincuenta kilómetros que une a Cañas con Liberia de Guanacaste. A ambos lados construyen dos vías paralelas al camino ya existente, a fin de que este trayecto tenga cuatro carriles. Precio de la obra, según un rótulo: $150 millones. La construye el Estado; ese mismo del que los nuevos filibusteros no quieren saber nada.
Contrasta esto con la sonada carretera a San Ramón. Quienes hoy hipotecan esta nación son de vieja data. Ya en los años setenta enseñaban su fino pelaje. Cuando el sol estaba calientito usted oía a muchos de ellos hablar de “izquierda”, “patria o muerte”,” hasta la victoria final” etc. Cuando el sol enfriaba, allí en el pretil, entonces escúchelos defender “la democracia” , decir “la empresa privada produce libertad”,” el socialismo es comunismo” , ¡fuera rojos de los sindicatos!
Son muchos años de ensayar cómo brincar de un lado a otro y siempre caer de pie. Y digo esto porque es intolerable que estos nuevos filibusteros cojan una necesidad de miles de campesinos, obreros, amas de casa, comerciantes y jóvenes de la zona occidental de nuestro país para agredir la inteligencia humana, la dignidad y la soberanía de un noble pueblo.
La empresa concesionaria no es la culpable. Vive de los negocios. Y si bien queremos una vía del primer mundo, jamás tendremos una carretera con mentalidades de dirigentes de un quinto mundo. El contrato refrendado por nuestro país da por treinta años la carretera para que la firma brasileña haga y deshaga en ella.
Cuando concluya este plazos si este grupillo sigue en el poder o a lo mejor sus hijos, entonces analizarán la posibilidad de extender la concesión por otros treinta años. CONAVI, mientras no se concluya el camino, pasa ser el empleado de confianza de los extranjeros: recogerá peajes para los brasileños.
Además, le ruego mantener la cabeza en frio, pues con el hígado Juan Rafael Mora jamás habría expulsado a los apátridas: en caso de reclamos judiciales de fondo, Costa Rica es obligada a dirimirlos en Miami, Estados Unidos.
Total falta de dignidad se llama eso. Entierro a la soberanía de un pueblo valiente. ¡Afrenta sin nombre! Renuncia vil a la patria que nos vio nacer. Es, en síntesis, el intento de un grupillo de esclavizarnos y a acostumbremos a caminar con yugo.