(MIÉRCOLES 20 DE MARZO-2024-EL JORNAL). Los colegas que ya se encuentran en Frisco, Texas, informan de que hay un claro distanciamiento de la Selección con la prensa, porque al parecer a Gustavo Alfaro no le gustó que le criticaran por lo sucedido contra Panamá y su marcada ausencia tras las fiestas navideñas.
Los entrenamientos serán totalmente cerrados y los colegas hablan, incluso, de malas caras cuando ven por el hotel a algún periodista costarricense.
El ambiente en el hotel de Honduras es todo lo contrario: hay apertura para que los periodistas hablen con los jugadores y Reinaldo Rueda no ha tenido reparos en comunicarse con los informadores de su país.
Ese hermetismo no es nuevo. A lo largo de la historia han recurrido a esta táctica equivocada. Recuerdo que cuando Juan Luis Hernández, a quien admiro, llegó para ver si salvaba la clasificación a Francia 98, y una de sus primeras medidas fue no hablar con la prensa, tanto él como sus jugadores.
Tras el gran partido –3 a 3—en el estadio Azteca, un periodista le preguntó a Juan Luis que si al hincarse para celebrar el tercer gol, estaba festejando la eliminación de Costa Rica del Mundial.
Entonces, Rónald González que estaba en esa conferencia post partido, intervino y dijo que si no había respeto se irían. Ya en el hotel, un poco con sorna le dijimos al pasar al bueno de González, vio Rónald, cómo se comporta la prensa mexicana, nosotros somos un pan de Dios.
Cuando un técnico se siente agraviado y atacado por la prensa, incluso cuando la mayoría de colegas lo que le han tirado son flores, estamos mal, muy mal.
Este viejo cuento de que el que mando soy yo, sería válido si la Selección no fuera una representación nacional, que es de las pocas cosas que le quedan a este pueblo, hoy gobernado por decreto.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL