(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 25 DE FEBRERO, 2018-EL JORNAL). Pasaron las elecciones generales del pasado mes de febrero y viene la repetición de ellas solo con dos postulantes en abril próximo, con un presupuesto de más de mil millones de colones, según el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Pero no se trata de ver si esa millonada incide o no contra los pobres o en un déficit fiscal que según toda nuestra clase política nos ahogará si no imponemos impuestos y retornamos al bipartidismo en la Asamblea Legislativa, reformando su Reglamento Interno.
Se trata más bien de compartir un natalicio muy lejano, pero a la vez, muy cotidiano. Aunque nació hace 115 años en la lejana y hoy antigua Checoslovaquía, recordé que este querido periodista que en medio del fascismo diferenció para siempre los periodistas mercenarios y los que entregan la vida por un ideal, una utopía.
Julius Fucik, nacido un 23 de febrero de 1903 y asesinado vilmente a los 40 años el 8 de septiembre de 1943 en Berlín, por la Gestapo de Adolfo Hitler, marca un antes y un después en el periodismo del mundo.
En su libro “Reportaje al pie de la horca” o “al pie del patíbulo”- varía según editorial-, Fucik resplandece la verdad como dignidad a la que aspiran todos los hombres del planeta, sacude de una vez por todas la solidaridad humana, pagando con su vida, y hace un altar al dúo inseparable: el amor hacia su mujer y la vocación escogida en medio de esbirros y torturas.
¿ Qué importa los golpes del fascismo en mi cuerpo, cuando el corazón late por los demás, más que en uno mismo, es difícil despegar los labios?, habría confesado en su momento a su inseparable pareja, Gusta Fucíková, quien saca de la prisión de Pankrác pedazos de papeleas manuscritos con olor a muerte, que ella a arriesgo de su vida une y entrega a generaciones completas esta oba.
Uno no puede imaginarse cómo un hombre que conoce su fatal desenlace guarde minutos para sus “camaradas” todavía libres de la Gestapo, advirtiendoles de que el hombre muere cuando transa su verdad y el periodistas termina mercenario cuando sacrifica sus ideales.
Y es que este periodista de apariencia física débil, pero con resistencia de caballo -según el médico de la cárcel- cobra relevancia en este siglo cuando las noticias falsas o sesgadas en procura de esta o aquella causa injusta son el pan de cada día.
Nunca dijo ni una palabra a la Gestapo, aunque trataron de hacerlo añicos para que delatara a sus compañeros de lucha antifascista en Checoslovaquia.
Así marcó el terreno entre los periodistas pendejos, que los hay en todas partes en buena cantidad, y quienes renuncian a la vida manteniendo su templo al amor.
«Durante años , dijo el periodista un día, ella fue mi primer lector y crítico, me era difícil escribir sin sentir sobre mí su cariñosa mirada; durante años hemos participado, uno al lado del otro, en frecuentes luchas y durante años hemos vagado, cogidos de la mano, por los lugares preferidos. Hemos conocido muchas dificultades y hemos vivido muchas y grandes alegrías, porque nosotros éramos ricos, ricos como son los pobres”.
Acaba de abrirse la bartolina, dos gorilas lo sacan de las celdas con las manos hacia atrás, así actúan los cobardes, su cara está demacrada por los golpes de la noche anterior. La obra “Reportaje al pie del Patíbulo” acaba de empezar a escribirse . ¡Fucik vive!
*Abogado y periodista.