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Es grave el irrespeto al arbitraje

(LUNES 02 DE OCTUBRE-EL JORNAL). Lo que está sucediendo con el arbitraje costarricense es grave. Ya nadie respeta a los árbitros. Les llaman lobos, en una metáfora pobre e insustancial, y carente de sentido.

Los tildan, como hizo ayer Horacio Esquivel, de ir de plastigel y de mentir.

La situación, si no fuera por lo grave que es, sería cómica.

Los clubes atacando a los árbitros y nadie en la Federación ni en la Unafut dicen nada a en su defensa. Algunos dirán, pero es que los árbitros se equivocan mucho. Sí, es cierto y es desagradable. Ayer favorecieron a Saprissa, que desde luego ganó con contundencia, al margen del penal que no le pitaron en contra.

El asunto, sin embargo, es que mientras la Federación trae a Horacio Elizondo como si fuera un salvador, un mesías, ungido con la sabiduría que falta en el país, las condiciones en que trabajan los réferis es precaria.

No les sirven los equipos de comunicación. No tienen respaldo patronal. Si sufren un accidente deben cubrir los costos de la atención médica. Y la mayoría no tiene como primera labor el arbitraje, sino que este es complemento de su actividad laboral.

Con este panorama, y como nadie los defiende, los árbitros deberían hacerse oír, darse a respetar, incluso evaluar la posibilidad de tomar medidas extremas.

De lo contrario, aumentarán quienes de forma despectiva los llamen lobos y otros los acusen de mentir y no pasa nada, nada de nada.

Está claro que el arbitraje tiene que mejorar de manera significativa, pero para ello se deben sentar las bases de un nuevo contrato entre la organización del fútbol y el gremio. De lo contrario, continuarán los insultos y de ahí a que se traspase a la violencia física hay una línea muy delgada. Es hora de escuchar a los árbitros y de que el fútbol nacional los incorpore en toda su dimensión. Lo otro, lo otro son cantos y promesas rotas que se pierden en el firmamento y no llevan a ninguna parte.

 

Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL

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