(LUNES 26 DE OCTUBRE, 2020-EL JORNAL). San José se convirtió en 1884 en la tercera ciudad del mundo en tener una red de alumbrado público. Solo se le adelantaron París y Nueva York.
A partir de ayer, Costa Rica puede vanagloriarse en el mundo interconectado por Internet que aquí se inventó un nuevo estilo del videoarbitraje: el VAR a la tica.
Sucedió en el juego Alajuelense-Pérez Zeledón, en la acción en que Jurguens Montenegro golpéo y le abrió la frente al arquero Bryan Morales, en el minuto 40.
Mientras en la televisión local aseguraban que la acción había existido. Era imposible negarlo, pero acto seguido sostenían que había sido sin intenciones, por lo tanto, el partido debía de seguir como si nada hubiera pasado.
Transcurrieron ocho minutos y el árbitro central David Gómez no tomaba ninguna determinación y entonces sucedió el milagro del VAR a la tica: el cuarto árbitro del encuentro, Hugo Cruz, alertó a Gómez de la peligrosidad de la acción de Jurgens, y fue cuando el juez le mostró la tarjeta roja.
Así nació, para gloria y asombro de la humanidad, una modalidad hasta ahora nunca explorada en el mundo, un VAR que trasladó el ojo electrónico al ojo humano, y sacó de un apuro complicado a David Gómez, que pese a la sangre de Morales no se había enterado de la gravedad de la situación.
El VAR, que es una herramienta que ha venido a perjudicar notablemente el fútbol, ayer experimentó en el estadio Alejandro Morera Soto, una variante que podría salvarlo del abismo. Es decir, que desaparezca y sean los árbitros de carne y hueso los que tengan de nuevo el mando de las situaciones.
Ahora, el VAR a la tica podría entrar, sin ninguna dificultad, en los récords guinness porque quien haya dudado de que eso era una tarjeta roja, estaba viendo un partido de play station.
El alumbrado público puso a San José y a Costa Rica en el centro del mundo, y
hoy es por ese VAR a la tica, modalidad impensable hasta ayer y que bien podría ser imitada en España, Inglaterra e Italia, donde el VAR es un auténtico desastre.