(LUNES 10 DE MAYO, 2021-EL JORNAL). La belleza puede destruirse. Lo perfecto, o casi perfecto, puede terminar en la hoguera. Una expresión tan espectacular como lo es el fútbol, que nació en las clases altas inglesas y luego se deslizó silenciosamente hasta descender con orgullo en los sectores obreros, puede incendiarse de tal manera que acabe en cenizas.
El invento de la FIFA de crear el VAR va camino a destruirlo. Lo que están haciendo con el balompié es tan grave que la categoría de surrealismo se quedaría corta para describir lo que sucede. Es como tomar el David de Miguel Ángel para ajustarle partes que no nos gustan. A ese absurdo hemos llegado.
Que se anule un gol porque un jugador tenía medio pie adelantado y para verlo hay que parar la imagen, rebobinarla, volver a verla, pararla de nuevo, observarla desde otro ángulo, hasta que alguien grita: lo tengo: estaba adelantado 00000,1 milímetro. ¡Es fuera de juego!
La comedia, que la conocíamos con sus características propias desde los tiempos griegos, aunque Aristóteles no se ocupó directamente de ella en La Poética, hoy es sometida a otras reglas y otras formas.
El VAR es el triunfo de la estupidez humana. Al fútbol, en general, le ha llegado ese momento de oscuridad absoluto. Lo decía Ángel Cappa en Carrasel Confidencial al referirse a ese jugador que se tira al piso detrás de la barrera para intentar evitar que el balón pase. ¿A quién se le ocurrió semejante estupidez?, preguntaba el entrenador.
Si a un futbolista que salta en un tiro de esquina para ir a obstaculizar a su adversario, como se ha hecho durante 150 años, el balón le pega en el brazo, porque da la circunstancia de que no puede quitarse el brazo, saltar y luego volver a ponérselo, se le pita penal, al tiempo que se anula un penal fruto de una expresión magistral de un contragolpe, ¿cómo se llama esa obra de arte del arbitraje?
Dios mío, ¿cómo hemos llegado a esta estupidez suprema? Al dios del fútbol se le está sustituyendo por el dios de la tecnología y este segundo no sabe ni siquiera qué es un balón.
Infantino y Ceferin, dos aristócratas que viven del fútbol, pero que no lo entienden, como no saben ni quién es Mozart, llevan el más extraordinario deporte que el género humano ha creado al despeñadero.
Es el fin del fútbol. Una cámara es capaz de anular la belleza de la inteligencia humana. La belleza puede destruirse. La tecnología, la burocracia y la estupidez son una trilogía capaz de opacar el arte que dejaron Garrincha, Pelé, Sócrates, Zico, Beckembauer, Cruyff, Di Stéfano, Maradona y Messi en un campo verde. “
“El último que salga, que apague la luz”: decía un grafitti en el Uruguay de la dictadura, y ante el horror solo queda eso: la ironía como consuelo.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.