(JUEVES 11 DE AGOSTO, 2022-EL JORNAL). El histrionismo de Douglas Sequeira llama a reflexión. No para de gritar, gesticular y moverse en un ejercicio de cara a la galería que podría depararle algún titular despistado, pero que en la realidad sirve de poco.
Ayer mismo, mientras transmitían la final de la Supercopa de Europa, Quique Wolff al ver a Oliver Glasner ir de allá para acá, apuntaba que quizá le servía para liberar energía, pero que los futbolistas no le escuchaban ni le veían, porque el que está jugando está en lo suyo, es decir, concentrado.
De ahí que en la noche de ayer me llamase la atención el teatro a cielo abierto que se montó Sequeira, porque quienes han jugado al menos una mejenga, saben que al entrenador no se le escucha, porque es casi imposible jugar y estar pendiente de ese ‘loco’ que está girando instrucciones cada segundo.
De todas maneras, hace rato que pienso escribir una obra de teatro basada en el libro Para nunca olvidar, de Gaetano Pandolfo, quien ya me dio la venia, y viendo a Sequeira en la línea eso me sirve para el primer casting. Bien podría Douglas ser el actor de la obra en ciernes.
Si de rigor se tratara, en esta columna yo debería citar a diario a Dante Panzeri, ese legendario periodista que escribió “Fútbol, dinámica de lo impensado”, porque ahí están las claves del fútbol moderno, al tiempo que es un libro de sociología incomparable.
Y en el fútbol, me duele decirlo y no lo digo por Douglas Sequeira, claro está, se reparte humo a diestra y siniestra. Ya decía Ernest Hemingway que quien presume de algo es porque esa es una de sus mayores carencias.
No hace falta tanto histrionismo para dirigir un partido, y si tienen dudas vean a Carlo Ancelotti pegado a la línea de ‘cal’ y a ese paso ya lleva cinco Supercopas y cuatro Champions.
¡Sobran las palabras!