EDITORIAL
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 16 DE MARZO, 2016-EL JORNAL). Un político que en su momento fue incluso precanditado presidencial y que ya había estado en el Ministerio de Trabajo, tiene que irse del gobierno por la puerta de atrás porque nombró a su sobrina en su despacho. Pudo más la soberbia que la inteligencia en este caso.
Pareciera inverosímil que esto le haya sucedido al señor Víctor Morales, por la amplia experiencia que lo amparaba; entonces, la pregunta es ¿por qué se permitió el lujo de ofrecer su puesto por muy poco?
Y entre las muchas respuestas está el hecho de que una vez en el poder, el que lo ejercerse se confunde y cree que es el poder, que el poder se encarna en él, como si fuera el Espíritu Santo, y no prevé, entonces, las consecuencias de un acto que bien pudo evitarse.
Hizo bien el Presidente Solís en pedirle la renuncia a su ministro, en vistas de que si el PAC llegó al poder con ese discurso de la pulcritud y el compromiso, no podía seguir al frente del ministerio un hombre que pasó por encima, incluso, de un código escrito, pero no hacía falta que estuviera escrito: ese respeto se lo debe así mismo, a su sobrina, y ante todo, al pueblo costarricense, que ya está harto de que los políticos lleguen al poder solo a servirse y no a servir.
Los viejos tiempos en que a la patria se le servía, parecen para siempre archivados. Hace falta que retorne a la política la honradez y la transparencia. Y en este caso el Ministro Morales no cumplió con ninguno de los dos preceptos, puesto que nombrar a su sobrina violentó hasta el sentido común.
Sirva esta experiencia para los políticos locales, para los gerentes de cooperativas, para los miembros de los consejos de administración, para los regidores, para los directores regionales del MEP: hay que predicar con el ejemplo.