(MIÉRCOLES 18 DE MAYO -2022- EL JORNAL). El pacto en Cartaginés entre Geiner Segura y Leonardo Vargas tiene fecha de caducidad. O mejor dicho: nació muerto.
La ecuación es la siguiente: El técnico pierde a sus dos asistentes y acepta quedar condicionado y totalmente desautorizado.
Una empresa así no llega a ningún lugar. Después de criticar con tanta vehencia al cuerpo técnico, incluido Geiner Segura, lo que le quedaba a Leonardo Vargas era despedir al entrenador y empezar de nuevo.
Llegaron, como sucede siempre en Tiquicia, a un pacto, en el que traerán a dos nuevos asistentes. Ya, no obstante, la credibilidad del entrenador queda totalmente minada frente a sus jugadores.
Se rompió la confianza y una vez que esta desaparece, no hay forma humana de recuperarla con los mismos agentes.
Si Cartaginés tenía alguna aspiración de sacar al Herediano, ya esa serie va cuesta arriba.
El manejo de los grupos humanos es complejo y no puede hacerse a partir de las emociones, se requieren otras herramientas, y el Presidente brumoso, harto de los malos resultados fuera del Fello Meza, explotó contra un equipo que hasta ahora ha mostrado dos caras: contundencia en casa y fragilidad fuera de ella.
En este contexto, el haber mantenido a Segura en el banquillo, no solo afecta al propio técnico, sino también al club que tiene a un director en el que no confía el que manda en el equipo.
Ese es el panorama de los blanquiazules, quienes se sostienen mediante un pacto que tiene fecha de caducidad y que es una crónica de una muerte anunciada.
Cuando se hacen declaraciones tan vehementes, como las de Vargas tras el partido ante Jicaral, hay que respaldarlas con hechos.
Actuar de manera contraria es hacer el ridículo, como lo hizo la Comisión de Arbitraje y su espeso silencio tras la seria denuncia de hace una semana de que los dirigentes llamaban a los colegiados antes de los partidos.
Tiquicia, Tiquicia de mis amores, aquí todo es fiesta y carnaval.