(JUEVES 05 DE MAYO DE ABRIL-2022- EL JORNAL). El suéter negro de cuello alto, como si fuera vestido para una gala cinematográfica, anticipaba la noche larga y oscura con que se toparía Pep Guardiola tras pasar por el nuevo teatro de los sueños del Real Madrid.
Hay una imagen que se hizo viral y que anticipa cómo en la economía de los signos todo cuenta y nada se debe desdeñar.
Ya instalado en su banquillo, Guardiola ve a un hombre mayor, de unos 63 años, que minutos después tendrá que sentarse en un banquillo similar al suyo, pero a diferencia de él y contra todos los cánones, ese hombre de pelo blanco, está dando una entrevista, en la que dice que si cumplen con el 30 por ciento de lo ensayado, tienen opciones de pasar.
Guardiola pone un gesto, en el mejor de los casos, de absoluta incredulidad, por no decir que esboza una sonrisa irónica.
Lo cierto del caso es que esas dos imágenes resumen lo que luego pasaría: la tensión se tragó a los multimillonarios del City y ese zorro viejo que daba en apariencia ingenua aquella entrevista, se llama Carlo Ancelotti y va camino a París en busca de ganar su cuarta Champions.
Guardiola lleva diez años de fracasos con el Bayern Munich y con Manchester City en la Champions, lo que revela la dificultad del torneo.
Lo que pasó entre el minuto 90 y el minuto tres de la prórroga no tiene explicación. No hay forma humana de encontrarla. Cuando el antimadridismo celebraba, apareció la magia del Bernabéu y entonces, la entrevista que parecía concedida por un entrenador primerizo cobraba sentido: Ancelotti sabía que cuando en una plantilla hay talento, unión, convicción y una afición incondicional, los milagros suceden, y ayer fue el tercero consecutivo de la mano de San Rodrygo de Goes, quien bendijo el luto riguroso de Guardiola.
