(MIÉRCOLES 26 DE ABRIL 2023-EL JORNAL). Una goleada es un lujo que no se pueden dar ni el Real Madrid ni el Cartaginés y en ninguna circunstancia.
Los blancos cayeron ayer 4 a 2 en Girona y por momentos perdían 4 a 1. Un partido indigno para un equipo considerado el mejor del mundo.
Aquí, en Tiquicia, los blanquiazules fueron goleados 5 a 0 por Alajuelense, y en las palabras del técnico Paulo Wanchope, a diferencia de las de Carlo Ancelotti, no se percibía esa indignación, esa molestia, esa rabia que da perder por un marcador así.
Mientras Wanchope se anduvo por las ramas y dijo que no había tiempo para lamentarse, Ancelotti reconoció que habían hecho un muy mal partido, que el equipo defendió fatal y pidió disculpas a la afición.
Entre el proceder del italiano y del costarricense hay abismos de distancia. Para el primero fue una noche escandalosa, impropia de un campeón de Champions. Para el tico, simplemente fue un mal día, casi un accidente.
Si vemos la forma en que uno y otro abordan un fenómeno similar como es una goleada, las interpretaciones son muy distintas y eso hace prever que las respuestas igualmente tendrán efectos distintos.
Recibir dos goleadas, como le ha pasado al Cartaginés en el Clausura, en menos de dos meses parece normal para el entrenador y para el equipo en general, mientras que en el Real Madrid eso es una anormalidad total y en caso de presentarse un marcador similar en la temporada, ni siquiera el mismísimo Carletto sobrevivirá a ella.
Son formas de mirar, como diría Jorge Luis Pinto, son formas de ver, que determinan la senda de un club grandioso y de otro que se queda en aspirante.