(MARTES 26 DE ABRIL, 2022-EL JORNAL). “Los líderes no nacen, se hacen”. Jeaustin Campos soltó la frase que lleva consigo muchos significados, pero que bien podría interpretarse a la inversa de su afirmación.
Creo, al contrario de Jeaustin, que los líderes no se hacen, sino que nacen. Igual sucede con el talento: no se puede improvisar ni comprar en la pulpería del barrio. El talento se pule, sí, a base de mucho trabajo. Miguel Ángel Buonarroti pasó cientos de horas con cádaveres humanos para entender la anatomía y luego plasmar esa sabiduría en su esculturas, como por ejemplo, el David o la Piedad.
No veo cómo alguien sin un ápice de liderazgo, de la noche a la mañana aparece guiando a sus semejantes en cualquier ámbito de la vida.
Cuando Brasil logró el 1 a 0 ante Uruguay en el Maracanazo, Obdulio Varela, que no hablaba ni una palabra de inglés, se fue a encarar al árbitro George Reader y ahí se ganó como un minuto, crucial para que el mundo no se les viniera abajo.
Tras ello, Varela advirtió a sus compañeros de que por ningún motivo miraran a la tribuna. Se les venían encima 200.000 almas eufóricas que ya se sentían campeonas del mundo.
Ese proceder del negro Varela no lo aprendió en ningún manual de puestos administrativos o en un doctorado sobre liderazgo; no, lo respiró en su Uruguay natal, en las vivencias y las luchas de su humilde familia.
Así que más allá de la polémica y de la ironía con que Jeaustin quiso responder a la pregunta de si lo de Christian Bolaños era oportuno o no, el liderazgo no se obtiene por ósmosis o correspondencia, o para ser más modernos, por un curso de Internet: el liderazgo viene en el ADN de cada quien, y se trae o no se trae. Lo demás, son versos al aire.